Tradicionalmente asociamos la anemia a niños y mujeres en edad fértil, debido sobre todo a las pérdidas de sangre que se producen durante la menstruación. Sin embargo, solemos olvidar que también las personas mayores pueden padecer anemia como consecuencia de circunstancias muy diversas. Patologías como la artritis reumatoide, la enfermedad hepática o infecciones urinarias o factores como el envejecimiento celular, la falta de apetito o la ingesta de medicamentos pueden causar pérdida de hierro en la sangre.
La anemia puede tener distintos orígenes, la mayoría de ellos relacionados con alguna carencia de vitaminas y minerales. En el caso de las personas mayores, las más frecuentes son:
- Anemia ferropénica. Es la más habitual en cualquier edad y está asociada a una deficiencia de hierro en la alimentación o a una dificultad del organismo para su correcta absorción. En algunas ocasiones, este tipo de anemia está relacionada con la pérdida de sangre, por lo que es importante prestar atención a las heces, ya que la presencia de sangre en ellas nos puede advertir de alguna patología gástrica o intestinal. Cuando la anemia ferropénica no es muy grave, se puede paliar con fármacos, siendo necesaria la transfusión de sangre en los casos más severos.
- Anemia megaglobástica. En este caso, la carencia de vitamina B12 o de ácido fólico provoca los típicos síntomas de anemia, que también pueden manifestarse con dificultad de movimientos, entumecimiento de las extremidades y desarrollo de algún tipo de demencia. En este caso, también puede estar asociada a un problema de absorción en el sistema digestivo. Una vez diagnosticada, el especialista determinará las necesidades de vitamina B12, ácido fólico u otros tratamientos con fármacos específicos para que los niveles de hierro y vitaminas vuelvan a la normalidad. Asimismo, será necesario redefinir la dieta para asegurar el aporte necesario de estos nutrientes.
- Anemia asociada a enfermedades crónicas. Suele ser el primer síntoma de enfermedades típicas en personas con mayor edad como la artritis reumatoide, la insuficiencia renal crónica, la malnutrición proteica, infecciones urinarias de larga evolución, enfermedades hepáticas, alcoholismo... Este tipo de anemias apenas suele producir síntomas y, como regla general, se debe tratar primero la enfermedad que la causa. En algunos casos, se puede someter al paciente a una transfusión de sangre para recuperar sus niveles normales de hierro en sangre.
- Anemia hemolítica. Se origina porque los glóbulos rojos se distribuyen muy rápidamente y suele estar asociada a enfermedades más graves como la leucemia linfática crónica o el linfoma. Ante cualquier síntoma como taquicardias, cansancio extremo y palidez, se debe acudir al médico quien, con un análisis de sangre, descartará una posible anemia, que, con el transcurrir del tiempo, puede causar lesiones al corazón y hasta producir insuficiencia cardiaca.
Como medidas preventivas, la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) alerta de la importancia de seguir una alimentación sana y equilibrada acompañada de ejercicio físico que, aunque sea poco tiempo, se debe realizar a diario, ya que una mala nutrición en las personas mayores conlleva pérdidas en su calidad de vida.