VIDA SALUDABLE - 15 de abril de 2020
En el artículo anterior os contaba, desde el punto de vista de los sanitarios, la realidad que vivo día a día. En este artículo, os quiero transmitir mi opinión más personal sobre la situación que estamos viviendo.
Soy enfermera quirúrgica, especializada en quemados y politraumas, en el Hospital Universitario la Paz, y, lo primero que os quiero contar, es que estoy muy orgullosa de todos mis compañeros y compañeras, todos estamos luchando juntos en esta batalla. Como me dijo mi padre no hace mucho: “si el orgullo curase, más de uno y más de dos ya lo estaría”. Puede que algunos de ellos se vean reflejados y otros no, pero creo que, si lo compartimos y nos unimos día a día, no solo ante esta emergencia sanitaria, y hacemos todo lo posible por sacar adelante a las personas que necesitan nuestra ayuda, poco a poco podrán recuperar su estado de SALUD óptimo.
En este caso tan excepcional que espero no volver a vivir, nos hemos unido como nunca: hemos convertido nuestros quirófanos en UCIS, enfermeros de otras especialidades nos hemos convertido en enfermeros de cuidados intensivos, y, a marchas forzadas, aprendiendo unos de otros, unos en una tarde, y otros sobre la marcha, nos hemos adaptado a las nuevas circunstancias, trabajamos más incomodos, más cansados, con miedo…
A veces pienso que me gustaría ser una superheroína, y poder tener el poder de curar a todo el que se pone tan malito, pero no lo tengo. Lo que si tenemos mis compañeros y yo es el súper poder de dar lo mejor de nosotros mismos, y, aunque a veces nos vayamos con la sensación de que podíamos haberlo hecho mejor, tenemos que darnos las gracias a nosotros mismos, porque, en definitiva, entre todos sacaremos esta situación adelante: anestesistas, técnicos de rayos, fisios, intensivistas, traumatólogos, urólogos, internistas, auxiliares de enfermería, enfermeros y médicos de todas las especialidades habidas y por haber en la sanidad, celadores, limpiadores, cocineros... nos hemos puesto a ayudar, codo con codo, convirtiendo hospitales en campos de batalla contra este virus.
Nos damos ánimos unos a otros, nos apoyamos, nos enseñamos, incluso, a veces, sacrificando nuestras vidas: unas veces nos aislamos, otras hacemos más horas, jugándonos la salud y la vida, nada nuevo para muchos, porque nuestra profesión es así. Y yo solo puedo decir que espero salir más fortalecida y siendo mejor persona, porque este sacrificio lo estamos haciendo TODOS, unos saliendo a trabajar para que todos tengamos los servicios esenciales y necesarios para seguir viviendo, y otros quedándose casa para ayudar a que esta gran pandemia no se extienda más.
Me daría una gran tristeza que cuando todo esto pase se quedara en el olvido, porque es verdad que, por mi profesión, he dejado muchas veces a los que más quiero en este mundo por curar a otros, y he cambiado unos besos a dos pequeños cada noche por darle la mano a personas que no conozco sin importarme su condición política, religiosa, de raza, poder económico o de cualquier otra índole… porque lo que me ha importado es poder ayudarles, decirles que aunque no tienen a sus seres queridos cerca, no están solos.
Soy una enfermera vestida casi de astronauta, casi no nos vemos los ojos, no sienten el calor directo de nuestras manos, pero lo importante es poder decirles que estén tranquilos, que les vamos a ayudar, que duerman tranquilos, que una máquina respirará por ellos mientras dure la enfermedad, y que haremos todo lo posible para que salgan victoriosos. A veces me pregunto si no seremos capaces de cambiar, de ser mejores, de vivir en un mundo mejor, de ser más generosos, de pensar en qué legado vamos a dejar a nuestros hijos.
¿Seremos capaces de conseguir que banderas o naciones no nos dividan? ¿Seremos capaces de cuidar mejor el planeta? Aunque tengamos mares y océanos que nos separan, tengamos coches mejores o peores, tengamos más dinero o menos, seamos guapos o feos, diferentes sí, porque en la diferencia está la belleza, pero… lo que nos hace iguales es que respiramos de la misma manera, morimos de la misma manera y nos afectan las mismas enfermedades, dando igual donde hayamos nacido o el color de nuestra piel, nos une la SALUD.
Espero que esto nos sirva para aprender algo, y que el sacrificio no se quede solo en aplausos, que todos esos aplausos se conviertan en esfuerzos por hacer un mundo mejor, más justo, sin tanta crítica y quejas, sin tanta hipocresía, construyéndonos unos a otros, en vez de destruirnos los unos a los otros porque no pensemos igual.
Que nuestros políticos sean los primeros en dar ejemplo, que se unan por el bien común más importante que tenemos: la SALUD, y que todos nos unamos en ese único objetivo y que podamos decirnos a nosotros mismos que lo intentamos y que pusimos nuestro granito de arena para convertir un mundo, un planeta, en algo más sano y respirable y, para pensar todos juntos en el interés común en vez de en el propio.
Soy muy optimista en cualquier situación, siempre intento alimentarme de algo positivo, por muy fea que sea la cosa, y ahora más que nunca no puedo dejar de serlo, porque creo que somos algo mejor. Traemos a este mundo a personitas muy grandes, a las que deberíamos escuchar más, sin tener el empeño en que se hagan mayores y que piensen como adultos… cuando en ellos hay mucha sabiduría, se adaptan muy bien a los cambios, y sí, son egoístas como todos, pero enseguida, si les haces ver que compartir lo suyo les puede dar algún beneficio, lo hacen. Es muy simple, un niño lo entendería… ¿no lo vamos a entender el resto?
Redactado por:
Jana Lillo