En una rutina en la que el trabajo ocupa una gran parte de nuestro tiempo diario, es muy frecuente que las tareas relacionadas con nuestro propio cuidado queden relegadas a un segundo, tercer o directamente, último plano. Y es que, a veces, requiere de todo un arte el poder hacer malabares entre nuestra jornada laboral englobando reuniones, tareas, llamadas y emails, y mantener aquellos hábitos que nos mantienen sanos y estructurados.
El arte de compatibilizar en una misma ecuación la responsabilidad laboral y la responsabilidad con nuestra salud. A veces, en este juego, los hábitos relacionados con la alimentación (no sólo el qué comemos sino también el cómo lo comemos) suelen verse comprometidos, tendiendo a las comidas rápidas, hechas de forma automática entre tareas y a modo de picoteo.
En el artículo de hoy, te queremos contar los errores más comunes y las claves a tener en cuenta si la vuelta a la rutina no queremos que pase por encima de cuidar nuestra forma de nutrirnos.
- Comer en el puesto de trabajo. Es importante cambiar de escenario para que el cerebro no asocie el lugar de trabajo al acto de comer. De otro modo, podríamos empezar a asociar ciertas tareas o sensaciones trabajando a la sensación de apetito o apetencia por la comida.
- Comer de forma automática. Si estamos comiendo, estamos comiendo. De nuestra larga lista de tareas ¿cuál es aquella que podemos realizar de una forma automática y sin apenas prestar atención? Efectivamente, la comida. Sin embargo, que podamos comer de forma automática no quiere decir que sea adecuado ya que tenderemos a comer mucho más rápido y a saciarnos menos tanto fisiológicamente como psicológicamente. Por ello, es esencial comer de forma consciente: masticar, saborear, dedicarle al menos 20 minutos a las comidas principales y prestar atención, es decir, no comer a la vez que trabajamos, por ejemplo.
- No hacer platos variados como tomar plato de pasta con tomate a secas. Procura incluir varios grupos de alimentos, fundamentalmente verduras, proteínas tanto de origen vegetal como animal y fuentes de carbohidratos. Además, será más ameno y generará mayor adherencia a una dieta saludable.
- Comer mayor cantidad de la necesaria y que entre ese sueño y pesadez después de comer. Para ello, come despacio, como comentábamos para así poder escuchar a tus sensaciones de saciedad y adaptar las cantidades.
- Pasar largos periodos sin comer. Muchas veces, absortos en el trabajo tendemos a pasar largas jornadas sin probar bocado, esto puede suponer que lleguemos a las siguientes comidas no con apetito, sino con un hambre voraz y que, por lo tanto, tanto la cantidad de comida como el tipo de elecciones no sean las más adecuadas.
- Falta de planificación. Otro de los errores es ir sobre la marcha. Asumiendo que es complicada la gestión de una rutina laboral y el autocuidado es esencial tener una idea más o menos general de cuándo vamos a ir a comprar, cuándo vamos a cocinar y qué tipo de menú tendremos durante la semana ya que después imprevistos, responsabilidades y complicaciones propias de la rutina nos ponen complicado el poder hacernos cargo de nuestra alimentación diaria.
- Polarizar en modo dieta - no dieta o saludable - no saludable. Uno de los principales errores a la hora de conciliar la rutina laboral y una alimentación saludable es ponernos metas utópicas o no realistas. Nos explicamos, tendemos a buscar y perseguir la “dieta perfecta” hacerlo de forma ideal (por ejemplo, cocinando un pescado al horno con verdura cada noche) o bien, nos hartamos de tanta exigencia y tiramos de lo rápido. Es mucho más útil buscar algo intermedio y ser realista con qué tipo de cocina y de planificación puedo llevar a cabo atendiendo a las exigencias de mi día a día. Mejor lo imperfecto estable que lo perfecto intermitente. Flexibilicemos y elige alimentos saludables en un alto % del tiempo y deja espacio para esos alimentos menos nutritivos si se da la ocasión.
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