ENF. DE CROHN - 25 de febrero de 2022
Cuando se habla de Enfermedades Inflamatorias Intestinales (EII) se hace referencia a todas las dolencias que provocan una inflamación crónica de los intestinos y/o el colon, como la colitis ulcerosa o la Enfermedad de Crohn.
Los pacientes que sufren los síntomas de estas enfermedades, los cuales imposibilitan gravemente su día a día, suelen focalizar tanto su atención en la parte física que descuidan la importancia del aspecto emocional. Concretamente, la manera en la que su estado de ánimo influye en la enfermedad, pues se cuenta con sólidas evidencias científicas que prueban cómo nuestras emociones juegan un papel crucial potenciando o facilitando los síntomas de estas enfermedades.
En la primera década del 2000, la publicación científica American Journal of Gastroenterology daba luz a una investigación de la que seguimos hablando a día de hoy. Dirigida por el doctor Charles N. Bernstein, el estudio buscaba la relación directa entre la severidad de los brotes de síntomas y cuatro factores: el uso de antiinflamatorios no asteroides, el uso de antibióticos, infecciones y el estrés.
De manera reveladora, solo el estrés probó tener un poder significativo a la hora de provocar los síntomas de las enfermedades inflamatorias intestinales o de empeorarlos.
Por si solas, este tipo de enfermedades ya causan en los pacientes importantes desequilibrios emocionales: ansiedad, frustración e impotencia debido a las molestias sufridas a diario. No obstante, los pacientes también deben hacer frente a situaciones cotidianas generadoras de estrés: el trabajo, las relaciones familiares y de pareja, los miedos personales, etc. En este sentido, aprender y trabajar una mejor gestión emocional puede volver más leves los síntomas de las EII e incluso evitar por completo la aparición de los brotes.
La relación entre nuestro aparato digestivo y sistema nervioso es algo patente y fácilmente observable que todos hemos experimentado alguna vez. Por ejemplo, cuando estamos nerviosos/as y tenemos la necesidad de acudir al servicio con más frecuencia o la pérdida de apetito en momentos de tensión o depresión.
Hasta el momento, no se ha demostrado que el estrés sea el causante de las EII, pero es un factor que sin duda afecta al curso clínico de la enfermedad. Dolencias tan conocidas por los pacientes como el dolor abdominal, hinchazón, diarrea, sangrado intestinal, pérdida de peso, náuseas o fatiga pueden ser mitigadas en gran medida gracias a una adecuada regulación emocional.
A día de hoy, los estudios sobre la relación entre nuestras emociones y las EII son tempranos. Y si bien la investigación mencionada está lejos de afirmar causalmente que gracias a un buen control del estrés no padeceremos ninguna de las dolencias, una mejor gestión emocional tiene un poder que no debemos subestimar a la hora de mejorar nuestra convivencia con el curso de la enfermedad. Así, el abordaje de las EII debe ser siempre multidisciplinar, atendiendo tanto al aspecto físico como al psicológico, una estrecha relación bidireccional.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria