ALERGIA - 9 de octubre de 2020
La piel es un órgano donde se manifiesta la mayoría de las reacciones alérgicas. Las dos lesiones más frecuentes observables en la piel de los pacientes alérgicos son el habón (o roncha) y el eccema. La luz solar también es responsable de enfermedades alérgicas.
El habón es una lesión consistente en un área de la piel elevada, pálida, con los bordes rojos y que si se presiona con el dedo pierde el enrojecimiento. De forma característica, un habón tiende a desaparecer en varias horas y no deja ninguna lesión residual en la piel.
Se denomina urticaria cuando son varios habones que se extienden por toda la superficie corporal y los acompaña un picor intenso.
Cuando las lesiones no sólo afectan a la capa más superficial de la piel, sino que afectan más profundamente, puede tratarse de un angioedema. Este consiste en una hinchazón de zonas blandas de la piel, como labios o párpados, pudiendo llegar a producir una deformación completa de la cara. El angioedema puede acompañar a la urticaria, suele causar menos picor que esta y suele estar precedido por una sensación de acorchamiento en la zona donde aparecerá.
Es un cuadro clínico cutáneo, manifestación de una reacción inflamatoria provocada por diferentes sustancias, como en el caso de la alergia a la bisutería. El eccema se manifiesta con un enrojecimiento e hinchazón de la piel, seguido de la aparición de pequeños granitos que pueden llegar a romperse y dejar fluir un contenido pegajoso que llegará a formar costras al secarse. Este proceso va acompañado de un picor que puede ser más o menos intenso. Los eccemas relacionados con la alergia son la dermatitis atópica y la dermatitis de contacto.
La dermatitis atópica es una enfermedad crónica cutánea, caracterizada por la aparición de eccemas, piel seca e intenso picor. Puede estar desencadenada por ciertos alérgenos, como los ácaros del polvo doméstico, infecciones por estafilococo o contacto con ciertos irritantes. Es una enfermedad benigna, pero puede llegar a alterar mucho la calidad de vida, pasando períodos libres de síntomas seguidos de otros más o menos intensos. Su aparición es frecuente en niños (hasta del 20% en población infantil) con antecedentes alérgicos en la familia, y es una forma precoz de manifestarse la alergia en la piel. Los pacientes con dermatitis atópica son propensos a padecer infecciones cutáneas.
La dermatitis de contacto es una reacción en la piel causada por el contacto directo con determinadas sustancias de nuestro entorno, como metales, fragancias o aditivos del látex. Se produce por un aumento de permeabilidad de la capa más externa de la piel, penetrando así sustancias capaces de producir la alergia en el paciente. Suele producirse en las manos, ya que un número importante de casos se desarrolla a causa de los productos que maneja el paciente en su trabajo o en sus aficiones.
Denominamos alergia al sol a unas reacciones alérgicas cutáneas que requieren de una exposición ordinaria a la luz solar para su aparición y que están mediadas por un mecanismo de hipersensibilidad (mediadas por el sistema inmunitario). Estos procesos, denominados fotodermatosis o enfermedades por fotosensibilidad, engloban patologías muy variadas en cuanto a frecuencia, síntomas, gravedad, causa, evolución, tratamiento, etc. Se incluyen las fotodermatitis por agentes externos, denominadas dermatitis fotoalérgicas de contacto. La urticaria solar también puede considerarse un tipo de alergia al sol. Ambas constituyen aproximadamente el 10% de todas las enfermedades por fotosensibilidad.
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