En la actualidad, es bastante común vivir con un ritmo de vida acelerado y un sinfín de tareas y obligaciones que cada día parecen ir en aumento. Y este ritmo frenético aparece en muchos ámbitos de nuestra vida, entre los que destaca la alimentación. Las prisas por llegar a todo nos llevan a engullir más que a comer, y esto trae consigo algunas cosas negativas:
- El proceso de alimentarnos y de la digestión comienza en la boca, con la masticación. Este paso implica triturar los alimentos hasta que formen una papilla. Al comer rápido es muy probable que la masticación no esté siendo correcta, lo que implica que muchos alimentos pasen casi enteros al siguiente tramo digestivo, el estómago. Esto ralentiza el proceso digestivo e imposibilita que obtengamos todos los beneficios de los alimentos, aumentando el trabajo que deben realizar el estómago y el páncreas.
- El no mantener los alimentos en la boca el tiempo suficiente hace que no los saboreemos bien, lo que lleva a tener elecciones de alimentos más grasos, azucarados o salados para encontrar ese placer de forma más inmediata. Además de lo que ocurre con las elecciones, la leptina, que es la hormona encargada de avisar a nuestro cerebro de que ya estamos saciados, tarda un tiempo en funcionar. Estas dos casuísticas hacen que posiblemente comamos más cantidad y, por tanto, se ha comprobado como las personas que comen rápido tienden a tener un índice de masa corporal más elevado.
- No masticar correctamente los alimentos puede derivar en la aparición de molestias digestivas debido a que se puede producir un fenómeno conocido como aerofagia. Esto es la ingesta de aire en gran cantidad que provoca malestar digestivo, gases, eructos, hinchazón, dolores…
- El comer rápido también se asocia a un mayor riesgo de atragantamiento. Como exponíamos antes, los alimentos no son masticados correctamente, y pueden quedarse atascados en la garganta con mayor facilidad y causar asfixia.
- El estado de ánimo también se ve afectado por comer de una forma rápida o ansiosa. Comer despacio implica un mayor disfrute y consciencia de los matices del plato: los sabores, los olores, las texturas, la temperatura… Poner el turbo en la alimentación limita a la hora de saborear, disfrutar o sentir placer con la comida.
No cabe duda de la importancia que tiene comer lento, en calma y masticar la comida de manera correcta y durante un tiempo adecuado. Como norma general, se recomienda dedicarla al menos 20 minutos a cada comida, sin distracciones (tv, reuniones, coche…). En definitiva, tenemos que recordar que una alimentación saludable no depende solo de los alimentos que escogemos y que componen nuestra alimentación, también depende del tiempo y la forma en la que los ingerimos.