PÁRKINSON - 29 de septiembre de 2023
Una enfermedad crónica suele tener siempre una imagen o un estereotipo asociado por el cual la mayoría de las personas la reconocen. Sin duda podríamos decir que el símbolo del Parkinson sería el rostro anciano y los síntomas asociados a los temblores.
No obstante, la enfermedad del Parkinson puede ser del mismo modo diagnosticada en adultos jóvenes. Este trastorno comienza a desarrollarse en edad avanzada, aproximadamente a partir de los 60 años, pero puede aparecer también en niños y jóvenes (menores de 21 años) y en jóvenes adultos (mayores de 21 y hasta los 50), lo que denominamos Parkinson de inicio temprano (EPIT).
Estos casos suelen ser más extraordinarios, especialmente los pacientes de Parkinson juvenil, y si bien presenta los mismos síntomas motores que el Parkinson que aparece en otras edades, la evolución y el avance de la enfermedad es más lento. Así, síntomas como las discinesias (movimientos involuntarios) o las distonías (contracciones musculares) aparecerán antes. Por otra parte, las alteraciones cognitivas, como los fallos de memoria, suelen aparecer más tarde.
Sentirse distinto entre el resto de los pacientes
Ante esto, la mayor diferencia respecto al Parkinson de edad avanzada y el de inicio temprano es el impacto vital que supone este diagnóstico para la vida de una persona joven. La enfermedad alterará sus relaciones personales, sus planes profesionales, así como el resto de sus planes de futuro, lo que puede ocasionar un grave estrés y ansiedad ante la gran incertidumbre sobre cómo será su vida a partir de ese momento.
Es corriente que el paciente sufra sentimientos de rabia o frustración tras el diagnóstico. Aún más cuando consideramos que las causas de esta enfermedad no están claras, y que en gran parte puede deberse a motivos genéticos.
Además, el paciente joven se verá rodeado de pacientes de avanzada edad con los que le costará identificarse o encontrar el arropo que otras personas encuentran en círculos de apoyo o comunidades de pacientes que han vivido lo mismo que él o ella. No obstante, esto también puede generar el efecto contrario. El paciente joven puede conocer a personas ancianas que han sido diagnosticadas de forma temprana y que pueden compartir cómo ha sido su vida, aportar consejos sobre qué les ha ayudado más y así comprobar de primera mano que pueden llevar una vida plena y saludable.
El impacto psicológico, el punto de atención más importante
Es importante que la persona lleve a cabo un proceso para aceptar este diagnóstico y realizar los cambios necesarios en su día a día. Todo esto supone un gran cambio de vida y compromete muchas decisiones futuras por lo que tener un apoyo psicológico profesional en estos casos no es algo únicamente recomendable. En el Parkinson de inicio temprano la persona tiene toda su vida por delante y ha de aprender a convivir con la enfermedad de la mejor manera posible, tanto física como mentalmente, manteniendo su calidad de vida y sin renunciar a sus propósitos personales.
Además, el abordaje psicológico es especialmente importante en este caso porque puede ayudar a prevenir la depresión, un trastorno muy común en los pacientes de Parkinson, así como la apatía o la ansiedad. Los círculos sociales de apoyo más cercano pueden llegar a subestimar este cuadro emocional, incluso el mismo paciente, y considerarlo como algo pasajero.
Sin embargo, este cuadro anímico es un punto clave en el empeoramiento de la calidad de vida del paciente, que conllevará a su vez un deterioro en su estado funcional. Por ello, y especialmente en la enfermedad del Parkinson, el abordaje multidisciplinar que atiene a todas las capas y consecuencias de la enfermedad es algo que marcará la diferencia para aprender a convivir con la enfermedad del Parkinson.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria