HIPERTENSIÓN - 11 de noviembre de 2018
¿Medicación o estilos de vida? Un estudio elaborado por la Universidad de Carolina de Norte, en Estados Unidos, revela que una alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio físico de forma regular contribuirían a reducir, de manera muy importante, el número de pacientes que dependen de los medicamentos para controlar sus niveles de presión arterial. Esta disminución sería significativamente más relevante en personas con una presión sanguínea de entre 130 y 160 mmHg de sistólica o alta y de entre 80 y 99 mmHg de diastólica o baja. Este trabajo de investigación ha sido publicado en la Joint Hypertension 2018 Scientific Sessions, organizada de la Asociación Americana del Corazón.
El estudio se realizó tomando como base una muestra de 129 personas comprendidas entre los 40 y los 80 años de edad a las que se siguió durante 16 semanas. Todos ellas compartían que sufrían altos niveles de presión arterial, en concreto, entre 130-160/80-99 mmHg, y además algún grado de sobrepeso y obesidad. Los pacientes fueron divididos en tres grupos diferenciados. Los integrantes del primero realizaron ejercicio físico y una dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension), en la que se da prioridad al consumo de frutas, verduras y lácteos desnatados y se reducen las carnes rojas, la sal y los alimentos muy azucarados. Las personas que formaron parte del segundo grupo solo tuvieron que cambiar sus hábitos dietéticos, pero sin necesidad de incorporar la actividad física. Y las que se integraron en el tercer grupo siguieron sus rutinas diarias sin tener que hacer dieta ni practicar actividad física.
Los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte señalan que los resultados obtenidos después de cuatro meses de seguimiento fueron incontestables. Así, los pacientes que consiguieron bajar de peso gracias a la dieta y al ejercicio físico redujeron la necesidad de tomar medicación contra la hipertensión arterial. La cifra es estadísticamente significativa porque solo un 15% de los pacientes de este grupo tuvieron que tratarse con fármacos antihipertensivos. Todos ellos ganaron además en salud. El estudio demostró que perdieron casi nueve kilos de media y vieron cómo sus niveles de presión sanguínea se reducían un promedio de 16 mmHg de sistólica y 10 mmHg de diastólica.
En el segundo de los grupos, aquellos que solo siguieron una dieta específica contra la hipertensión arterial también tuvieron beneficios. Sus niveles de presión sanguínea cayeron un promedio de 11 mmHg de sistólica y 8 mmHg de diastólica. Por último, quienes no modificaron sus estilos de vida experimentaron un descenso mínimo de la presión arterial, en un promedio de 3 mmHg de sistólica y 4 mmHg diastólica.
Las conclusiones son importantes dada la magnitud del problema de esta patología en el mundo occidental. Se estima que en torno al 40 % de los adultos en países desarrollados padece hipertensión arterial. El porcentaje es algo más bajo en España, del 35%. Las previsiones epidemiológicas apuntan que en el año 2025 la hipertensión habrá aumentado un 24% en los países desarrollados y hasta un 80% en aquellos en desarrollo. La solución a este problema está en nuestras manos. Como concluye el estudio, medidas tan racionales como el control de la dieta y la práctica de ejercicio físico pueden resultar de gran ayuda.
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