EPILEPSIA - 9 de diciembre de 2022
La epilepsia es un trastorno neurológico por el cual la actividad cerebral normal se altera, lo que puede provocar episodios de crisis en las que se produzcan convulsiones de forma repetida y pérdida del conocimiento durante unos pocos segundos o minutos. Esta patología afecta al 1% de la población, una incidencia que la convierte en una de las enfermedades neurológicas más frecuentes.
Aunque algunos tipos de epilepsia (como la infantil) suelen tener una influencia genética, más de la mitad de los casos no tienen una causa identificada, y muchos se relacionan con patología neurológica. De hecho, la causa principal de epilepsia en adultos de más de 35 años (especialmente, en adultos mayores) son los accidentes cerebrovasculares, en los que el flujo de sangre a una parte del cerebro se detiene y puede haber daño permanente en este órgano.
El ictus se ha asociado con un aumento de entre 23 y 35 veces de la incidencia de crisis epilépticas. Además, el riesgo de desarrollar epilepsia tras un ictus es 17 veces mayor que en personas de la misma edad sin esta patología. Por otro lado, diversos estudios han relacionado el consumo de estatinas, medicamentos comúnmente usados para reducir el colesterol, con una menor incidencia de crisis.
Existen diferentes factores de riesgo relacionados con el ictus que pueden desembocar en una crisis epiléptica. Entre otros, si se ha producido hemorragia cerebral, si ha sido un ictus extenso por el tamaño de los trombos, la localización (los ictus que afectan más a la corteza cerebral ocasionan más crisis) o la menor edad del paciente.
Se pueden producir dos tipos de crisis epilépticas en pacientes que han sufrido un ictus: las crisis tempranas, que son aquellas que ocurren en un lapso de tiempo inferior a los 7 días desde el accidente cerebrovascular, mientras que las crisis tardías se producen pasada una semana.
La posibilidad de repetición tras una crisis temprana es generalmente reducida, por lo que no suele ser necesario un tratamiento antiepiléptico a largo plazo, aunque sí puede ser aconsejable un tratamiento temporal.
En el caso de las crisis tardías, sí se aconseja seguir un tratamiento antiepiléptico continuado en función de las características del paciente y sus crisis, ya que hay hasta un 70% de posibilidades de que los episodios se repitan.
Estos pacientes, a menudo mayores de 60-65 años, tienen unas características distintas a las de otros pacientes con epilepsia, ya que suelen tener un mayor riesgo de sufrir efectos secundarios derivados de los fármacos antiepilépticos a causa de su edad. También es necesario buscar tratamientos que sean compatibles con los medicamentos que puedan estar tomando para otras afecciones.
Con el objetivo de reducir la probabilidad de ictus y, en consecuencia, crisis epilépticas, se recomienda la realización de exámenes médicos preventivos de forma periódica, evitar el consumo de alcohol y/o tabaco, llevar una dieta saludable y baja en sal y la práctica de ejercicio físico acorde a la edad y el estado físico de cada persona.
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