DIABETES - 3 de marzo de 2019
Las personas que viven con diabetes de tipo 2 y deben usar inyecciones de insulina están de enhorabuena, ya que en un futuro más o menos próximo podrían usar cápsulas que, al ser ingeridas, harían la misma función que el pinchazo. Un equipo de investigación liderado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Estados Unidos ha desarrollado una cápsula farmacológica biodegradable que podría usarse para administrar dosis orales de insulina.
Hace tiempo, estos mismos investigadores desarrollaron una píldora cubierta con muchas agujas que podían inyectar medicamentos en el estómago. Ahora han mejorado la cápsula y esta solo tiene una aguja con la punta hecha de casi 100% de insulina liofilizada y comprimida. Dentro de la cápsula, la aguja está unida a un resorte comprimido que se mantiene en su lugar por un disco hecho de azúcar. Cuando se traga, la humedad del estómago disuelve el disco de azúcar, liberando el resorte e inyectando la aguja en la pared del estómago.
Además, para asegurarse de que el medicamento se inyecte en la pared del estómago, los científicos diseñaron un sistema para que, independientemente de cómo caiga la cápsula, pueda situarse en la posición correcta de forma que la aguja entre en contacto con el revestimiento del estómago. Los investigadores se inspiraron para el diseño en la tortuga leopardo, una especie africana que es capaz de darse la vuelta si se queda boca arriba.
El estudio se ha llevado a cabo hasta ahora únicamente con ratas y cerdos en ayuno, a los que administraron en primer lugar dosis de 0,3 mg y después de 5 mg de insulina, una cantidad similar a la que los pacientes con diabetes tipo 2 se inyectan. Después, midieron cuánta insulina pasaba a la sangre de los animales y los niveles de glucosa antes y después del experimento y constataron un descenso de los niveles de glucosa similar al de las inyecciones, sin provocar daños en el estómago.
Según los primeros estudios, los pacientes no sienten el pinchazo porque las paredes del estómago no contienen terminaciones nerviosas que detecten el dolor y el dispositivo apenas tiene el tamaño de un guisante.
Uno de los problemas pendientes de solución es el efecto a largo plazo de perforar el estómago de forma diaria con estas microinyecciones, aunque el orificio que ocasionan es muy pequeño (de apenas un milímetro) y el estómago segrega una mucosidad que lo tapona con rapidez. Este órgano, de paredes gruesas, está en constante regeneración ya que tiene que repararse del desgaste diario de la digestión. "Continuamos ampliando nuestros estudios sobre seguridad y eficacia en animales grandes, incluidos perros y cerdos", ha comentado el director de la investigación.
Este trabajo abre nuevas posibilidades a la administración de fármacos inyectables, ya que esta cápsula también podría usarse como contenedor de otros medicamentos, no solo insulina, lo que supondría el fin de los tediosos pinchazos a los que los pacientes deben someterse varias veces al día. Se abre de este modo una puerta de esperanza de cara al futuro de miles de pacientes.
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