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Perfeccionismo: El peor enemigo de las dietas

VIDA SALUDABLE - 8 de noviembre de 2024

¿Qué forma de comer imaginas cuando escuchas las palabras “dieta”, “régimen”, “fuerza de voluntad”, “pautas alimentarias” …

Tradicionalmente, estas palabras se han asociado a dietas iguales para todo el mundo, estrictas, rígidas, sin cambios, tal vez con algún día libre pero previamente planificado, sin margen de maniobra ni de decisión. Estamos muy mal acostumbrados/as a las típicas dietas de la lechuga y el pollo.

Y es cierto que estas dietas en muchas ocasiones logran los resultados prometidos: una pérdida de peso en tiempo récord. Sin embargo, la trampa siempre es la misma, ¿es posible mantenerlo?

Cuando hablamos de mantener hábitos (en este artículo nos referimos a hábitos de alimentación pero se aplicaría a cualquier otro hábito como el sueño o la actividad física) la FLEXIBILIDAD es la pieza clave para que pueda ser sostenible a largo plazo.

Tanto por la cultura de dieta en la que estamos inmersos como por nuestra cultura del esfuerzo y la exigencia es muy popular pensar que el éxito de una dieta tiene que ver con cuánto de perfecta la hagamos.

Nada más lejos de la realidad, el perfeccionismo y la autoexigencia, de hecho, están asociados a una mayor probabilidad de fracaso en la adquisición de hábitos y una mayor probabilidad de desarrollo de Trastornos del comportamiento alimentario asociados.

Para que un hábito se establezca de una forma estable y duradera es importante que cuente con las características de ser: realista, adaptado a las circunstancias, flexible y respetuoso.

Pongamos un ejemplo: Una situación en la que una persona que está tratando de hacer cambios en su alimentación y está siguiendo una serie de pautas alimentarias con el fin de bajar algo de peso. Durante este periodo tiene una semana de vacaciones en una casa rural con amigos, generándole un conflicto difícil a la hora de cumplir su propósito.

  • Estrategia A (Perfecta): La persona decide no ir a la casa rural o ir pero llevándose su propia comida y prohibiendo por completo el consumo de alimentos que se alejen de lo que tiene planificado.

  • Estrategia B (Imperfecta): La persona decide ir a la casa rural, permitiendo algunas comidas (por ejemplo, una paella), adaptando y versionando (por ejemplo, preparando una ensalada de tomate de primero) y limitando otras (reduciendo la cantidad de patatas fritas o copas de vino).

Claramente, con la primera estrategia se conseguirán mejores resultados en menor tiempo. Ahora bien, a costa de un mayor cansancio, frustración y una alta probabilidad de abandono con el paso del tiempo ante la dificultad de poder conciliar con una vida social sana.   

La estrategia B, por el contrario, menos perfecta, no logrará resultados tan a corto plazo pero, probablemente, la persona acabe menos frustrada, logre mantener en el tiempo su compromiso con la alimentación y, además, consiga encontrar la manera de conciliarlas con un disfrute de su entorno y rutinas.

En un primer vistazo, puede parecer complicado llevar este razonamiento a la práctica, pero lo cierto es que esta gestión de los grises la hacemos a diario aplicado a otras cuestiones. ¿Un ejemplo?

Piensa en la manera en la que ahorramos. Cuando nos proponemos ahorrar para comprarnos un coche o una casa, generalmente, no nos planteamos no gastar absolutamente nada en los siguientes meses o años. Por el contrario, entendemos que la vida continua, que son necesarios momentos de disfrute, y lo que hacemos es decidir con conciencia y responsabilidad qué gastos merecen la pena y cuáles no.

RECUERDA:

 No se trata de hacerlo perfecto, se trata de hacerlo regular todos los días. La clave no es la perfección, sino la constancia.

Redactado por:

Ana Gutiérrez Frutos

N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria

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