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Los 3 comportamientos más malinterpretados del TDAH

DÉFICIT DE ATENCIÓN - 8 de noviembre de 2024

Afortunadamente, hoy en día el TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad ya no nos suena ajeno o desconocido. Cada vez es más común oír hablar de TDAH y que tanto profesionales sanitarios, maestros, padres como los propios afectados estén cada día más familiarizados con lo que significa este diagnóstico.

A pesar de este bonito avance, la comprensión profunda del TDAH es compleja y a veces ni las propias familias logran entender en profundidad el por qué del comportamiento de sus hijos/as. En el TDAH es muy frecuente tachar ciertas conductas como “mal comportamiento, desobediencia o desinterés”. En este sentido, el TDAH es todo un desafío a la hora de dejar atrás los juicios, ejercer la empatía y comprender.

En este artículo, en concreto, queremos poner foco en 3 de los principales comportamientos que con más frecuencia son malinterpretados en este diagnóstico.

  1. “Desobedecer”

  2. No respetar las normas

  3. Procrastinar (posponer constantemente las tareas)

Si una persona no responde a una petición explícita que le hemos hecho (como por ejemplo, “por favor, coge el jersey que está encima del sofá y guárdalo”), a la primera, podríamos pensar que es un despiste y se le ha pasado por alto.

Ya sea un/a niño/a con TDAH o un adulto con TDAH si esto sucede no una, sino tres veces, diez veces, o de continuo, ¿cómo no vamos a pensar que lo hace a propósito y simplemente no nos escucha o no le interesa hacerlo?

Generalmente, en el TDAH existen serias limitaciones a la hora de atender, mantener la información y organizar el comportamiento.

¡OJO! No se trata de discapacitar a la persona con TDAH, no todo es culpa del trastorno. Únicamente, hay que tener cautela con asumir como primera premisa que la persona no le interesa lo que le pedimos.  

Una recomendación es poder facilitar la petición, entendiendo las limitaciones atencionales que supone para ellos/as. Por ejemplo, solo una orden al mismo tiempo, ayudarle con recordatorios, asegurarnos que cuando hemos hablado nos está prestando atención y escuchando o pedirle que nos repita lo que le hemos pedido.

En los/as niños/as con TDAH que presentan impulsividad seguir ciertas normas sociales puede suponer todo un reto. Por ejemplo, guardar el turno de palabra, pedir antes de actuar, mantenerse en el sitio, guardar silencio, no moverse… Son comportamientos que como sociedad damos por “normales” pero que para una persona a la que su cuerpo le pide estar en movimiento continuo puede hacerse todo un mundo.

¿Imaginas un espacio en el que tienes que estar constantemente controlado/a?

Este nivel de control constante es imposible de mantener por lo que en muchas ocasiones terminan “saltándose” estas normas no escritas.

De nuevo, es importante empatizar con la forma de funcionar, comprender el mecanismo que los lleva a ello y evitar el juicio rápido “son maleducados”. Una de las soluciones es dar espacio y rienda suelta a toda esa energía y permitir espacios libres de movimiento, es decir, adaptarnos en cierto modo a su forma de funcionar.

Especialmente en adolescentes es muy frecuente. A pesar de que puede haber múltiples explicaciones, en ocasiones la procrastinación se confunde con vaguería, desinterés, falta de compromiso y proactividad. Para una persona con TDAH hacer frente a una educación normalizada o a un trabajo requiere de gran esfuerzo. En ocasiones, las tareas que pueden parecer más sencillas implican un nivel atencional y de organización y secuencia de planes tremendo.

Por ejemplo: Si quiero estudiar. Tengo que saber cuándo tengo el examen, planificarme hasta la fecha, organizar el temario durante la semana, estimar cuánto tiempo me llevará cada tema, anticipar posibles contratiempos, dividirlo en pequeñas metas… Esta tarea (aunque parece muy fácil) toca de lleno con las dificultades de secuenciación de una persona con TDAH, por lo que la respuesta más frecuente ante la frustración es posponerlo.

Como vemos el TDAH es un trastorno que toca en varias habilidades que son necesarias en las actividades de la vida diaria como la organización, la atención, el control de los impulsos y la regulación emocional. Comprender de forma profunda el trastorno nos ayudará a dejar atrás el juicio y poder empatizar e interpretar adecuadamente el comportamiento de la persona.

Redactado por:

Ana Gutiérrez Frutos

N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria

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