La piel como espejo de las emociones

¿Sabías que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano? Suele ser malentendida, pero la piel es mucho más que una barrera de protección.

Ya hemos hablado en otros artículos de la asociación entre las emociones que experimentamos y nuestro cuerpo, en concreto, de cómo las emociones pueden verse reflejadas en diferentes manifestaciones somáticas como la salud gastrointestinal, la actividad cardiaca, el desarrollo de diferentes enfermedades, etc.

En este sentido la piel, como órgano que recubre todo nuestro cuerpo funciona como un gran espejo en el que se refleja nuestro mundo emocional. Pensemos, por ejemplo, en cómo nuestra piel se enrojece cuando estamos avergonzados o cómo nuestra piel se vuelve más pálida cuando estamos muy asustados. También estamos familiarizados con la expresión “te ves radiante” cuando podemos percatarnos de la felicidad de una persona a través del rostro y su piel. La piel funciona como una ventana a nuestro mundo interno.

¿A qué se debe esta asociación entre piel y emoción?

Las emociones son reacciones fisiológicas desencadenadas por una serie de liberación de hormonas. En concreto, ante emociones más intensas se desencadenan hormonas como el cortisol (la conocida hormona del estrés) y ésta impacta en diferentes órganos diana como nuestra piel.

Cuando nos enrojecemos lo que sucede es que aumenta el ritmo cardiaco, en consecuencia el flujo sanguíneo, los vasos sanguíneos se dilatan y es visible a través de nuestra piel. Con el miedo sucede justo lo contrario, provocando un color más blanquecino.

La piel no solo refleja nuestro estado emocional más inmediato sino también nuestro estado de salud. Manifestaciones como el acné, la psoriasis, la dermatitis, o urticaria están muy asociadas al estado emocional. De ahí, que ante picos de estrés o ante emociones fuertes y prolongadas en el tiempo puedan aparecer o empeorarse estas condiciones.

Habitualmente, el tratamiento de la piel suele ser sintomático. Es decir, cremas, medicación tópica, medicación oral, en general se busca la manera de “eliminar” o “quitar” aquello que nos genera una molestia en la piel.

Nuestra propuesta es más bien aprovechar los signos y señales que nuestro cuerpo nos ofrece para escucharlo ¿qué nos quiere decir?

Por ejemplo, si estamos experimentando un brote de acné, una de las opciones sería echarnos alguna crema o medicación que nos quitase esos molestos granitos.

La otra propuesta consistiría en hacernos también las preguntas pertinentes ¿estoy más estresada de lo habitual? ¿cómo me estoy sintiendo? ¿estoy durmiendo las horas suficientes? ¿me estoy alimentando correctamente?

El acné tan solo es una manera en la que nuestro cuerpo quiere hacernos llegar un mensaje de algo que necesitamos cambiar, ya sea nutrirnos mejor, dormir y descansar o hacer cambios en nuestra forma de llevar la rutina.

Cuidar de nuestra salud emocional es clave para mantener una piel sana. En este sentido, técnicas como el ejercicio regular, la meditación y el yoga y los hábitos saludables ayudan a reducir la producción de cortisol y por ende a disminuir la probabilidad de inflamación y de enfermedad tópica. Todo esto de forma complementaria a un cuidado específico de nuestra piel, pero eso es otro tema que tiene más que ver con la salud dermatológica.

En conclusión, la piel funciona un espejo de nuestras emociones. Al contrario que con otros órganos en los que es más complejo leer, identificar e interpretar lo que nos quieren decir, la piel habla alto y claro. Al ser más visible es más sencillo que podamos percibir que algo está pasando y podamos tomar medidas. Os animamos a que la próxima vez que os miréis al espejo, dejéis a un lado la intención de eliminar todo tipo de imperfección y probéis a escuchar y entender lo que la piel está contando sobre vuestra historia y vuestro interior.