VIDA SALUDABLE - 25 de junio de 2021
Los avances médicos de las últimas décadas han ampliado constantemente las posibilidades terapéuticas de un sinfín de enfermedades. Aun así, en muchas ocasiones, la enfermedad conlleva un largo recorrido, implicando un ajuste a largo plazo en la persona afectada y su entorno más cercano.
Una vez recibido el diagnóstico, la familia tiende a volcarse por completo en el cuidado del ser querido, priorizando su atención y necesidades, y dejando a un lado las propias. Se trata de una adaptación natural y comprensible que no supondría mayor problema si la enfermedad tuviese una duración limitada. Sin embargo, las dificultades surgen en enfermedades con una larga evolución, donde este cuidado se mantiene a muy largo plazo, generando un desgaste emocional que pone en riesgo la salud física y mental de todo el sistema familiar.
¿Quién no ha oído hablar alguna vez acerca de “la importancia de cuidar al cuidador”? Lo cierto es que es una información más que conocida, pero se trata de este tipo de afirmaciones que sabemos y ofrecemos como consejo a nuestro alrededor pero que no terminamos de interiorizar ni aplicar en nuestra propia práctica.
Y es que decirlo en alto es fácil, pero “autocuidarse” cuando tenemos a un ser querido que nos necesita conlleva aprender a soportar el sentimiento de culpa por sentirnos tremendamente egoístas.
Autocuidarnos implica dar espacio a nuestras emociones, valorarlas, escuchar nuestras necesidades y priorizarlas, y por mucho que sepamos de forma teórica la importancia de hacerlo, dar valor a la necesidad de “salir un rato con amigos”, “tener tiempo para nosotros/as mismos/as” o simplemente “descansar” no resulta nada sencillo cuando sabemos que alguien nos necesita a su lado.
Sin embargo, los estudios se multiplican y todos los hallazgos apoyan una misma conclusión: la importancia de mantener la salud física y mental del cuidador para conseguir un cuidado positivo en la persona afectada.
Muchas enfermedades son auténticas carreras de fondo. Dar el máximo de nuestra energía, tiempo y dedicación en el cuidado del familiar es la tendencia de muchas familias, pero la energía y paciencia es limitada. Admitir y aceptar nuestras limitaciones como seres humanos es el primer paso para poder atender de forma humana y cuidada a nuestro ser querido.
Lejos de ser un acto egoísta, cuidarnos a nosotros/as mismos/as es un acto de responsabilidad y de cuidado a la larga hacia nuestro familiar. De hecho, mantener una correcta dinámica familiar en la que se dosifiquen los esfuerzos y se escuchen las necesidades de todos y cada uno de sus miembros repercute tan positivamente como el propio cuidado sanitario. Recordemos una idea clave: No es cuestión de enfrentarnos a la enfermedad sino de saber adaptarnos a la misma.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria