VIDA SALUDABLE - 26 de junio de 2020
¿Qué es lo primero que se nos viene a la mente al hablar de menopausia?
Algunas de las ideas podrían ser: “El cierre del ciclo de la maternidad”; “el envejecimiento” y síntomas como “los sofocos, los cambios anímicos, la falta de apetito sexual o la fatiga”.
Si nos detenemos a pensar en cómo son vividos estos cambios y qué tienen en común, la respuesta es la pérdida. Socialmente, se da mucha voz a todos los síntomas negativos que experimenta la mujer durante el periodo de la menopausia, conceptualizándolo como una etapa de pérdida. Como consecuencia, es coherente que sintamos cierto vértigo, incertidumbre o temor según avanzamos hacia este momento vital.
Sin embargo, la menopausia también puede suponer una etapa de crecimiento y un punto de inflexión hacia una versión de nosotras mismas, no peor sino distinta y saludable.
Para clarificar esta idea, pongamos un ejemplo equiparándolo a la etapa de la adolescencia:
La pubertad es una etapa transformadora, un pasaje desde la niñez a la edad adulta en la que acontecen una multitud de cambios que debemos elaborar y aceptar: cambios a nivel hormonal, corporal, emocional y del entorno.
No obstante, pese a que los cambios que se producen en esta etapa son abrumadores, la adolescencia no es vivida en negativo como la “pérdida de mi niñez” sino que es percibida en positivo como avance, crecimiento y construcción de una misma.
Sin obviar los cambios hormonales, la menopausia también converge con un momento de importantes cambios a nivel vital que debemos integrar: el crecimiento e independencia de los hijos o el cierre de una posible maternidad, el largo recorrido de la relación de pareja, asumir nuevos roles de cuidado de familiares, o cambios en el entorno laboral. Por lo que lo fundamental es estar abierta a escuchar estos cambios, adaptarnos y prestar atención a las nuevas oportunidades que nos ofrece esta etapa vital.
Y como cualquier cambio, cabe preguntarnos: ¿cómo podemos adaptarnos?
En este sentido, las pautas de autocuidado que han podido ser complementarias a lo largo de nuestra vida, durante la menopausia se convierten en necesarias:
Preguntémonos, ¿cómo sería y qué haría si mi edad fuese ilimitada y careciese de importancia?
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria