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Los insectos comestibles: una nueva tendencia impulsada por el cambio en los hábitos alimenticios

VIDA SALUDABLE - 19 de agosto de 2022

La ingesta de insectos complementa la dieta de aproximadamente 2.000 millones de personas en regiones de Asia, África y América Latina. Este hábito exótico es, en realidad, una costumbre que siempre ha estado en la conducta alimentaria de los seres humanos.

Se estima que una persona pueda comer a lo largo de su vida más de medio kilo de insectos, tanto de forma consciente, como inconscientemente. En la cultura europea, este hecho puede causar cierto malestar entre la población, frente a otros tipos de alimentos como bien puede ser el perrito caliente, que posiblemente contenga cerebro, morro, ojos y hasta tripas de vaca.

La popularización de este hábito alimenticio ha llevado a la definición del término entomofagia y sus pertinentes estudios. La entomofagia no es más que la ingesta de insectos comestibles por los seres humanos, técnica que lleva practicándose muchos años, pero no ha sido hasta hace poco cuando ha captado la atención de los medios de comunicación, las instituciones de investigación, los chefs de la alta cocina, los legisladores, y demás organismos que se ocupan de la alimentación humana y animal.

La ingesta de insectos aporta numerosos beneficios a la salud. Poseen un alto valor nutritivo con una gran cantidad de proteína con un porcentaje similar al de los alimentos tradicionales con mayor cantidad como son el pollo o la carne de res. El promedio alcanza valores del 65% de proteína, lo que es similar a lo que contiene la res seca, y algunas especies llegan a alcanzar el 81%. La mayor parte de las especies de insectos contienen niveles elevados de ácidos grasos, fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y zinc.

Pero los beneficios de la ingesta de insectos no son únicamente para nuestra propia salud. Los gases de efecto invernadero producidos por la mayoría de los insectos son probablemente inferiores a los del ganado convencional (los cerdos, por ejemplo, producen entre 10 y 100 veces más gases de efecto invernadero por kg de peso.

Los insectos pueden alimentarse de residuos biológicos como residuos alimentarios o de origen humano, llegando a poder transformar estos residuos en proteínas de alta calidad.

En comparación con los mamíferos y las aves, los insectos pueden plantear un riesgo menor de transmisión de infecciones zoonóticas a los humanos, el ganado y la fauna, aunque en este apartado las investigaciones son incipientes.

Actualmente, la cría de insectos se lleva a cabo a pequeña escala, en granjas familiares destinada a mercados específicos. Sin embargo, si en el futuro y en ciertos países, caso de los occidentales, se supera la aprensión del consumidor a alimentarse de ellos, habrá que generalizar su producción para satisfacer la demanda. En este sentido, ya se está investigando para desarrollar y automatizar tecnologías de procesamiento de cría, cosecha y postcosecha, que resulten rentables desde el punto de vista energético y seguras con respecto a los microbios.

Se cuenta ya con 1.462 especies comestibles, pero estas empresas que se dedican a la cría y venta de insectos no paran de innovar e investigar para ampliar su catálogo.

 

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