VIDA SALUDABLE - 4 de diciembre de 2019
Después de hablaros en anteriores artículos sobre las quemaduras, este mes os voy a hablar de las secuelas de los pacientes gran quemados, en especial de las secuelas psicosociales, ya que cuando un individuo sufre un traumatismo de este tipo las secuelas son tanto físicas como psicológicas.
Desde el primer instante estos pacientes experimentan experiencias nuevas, dolorosas, desconocidas e inimaginables para ellos hasta el momento: estrés, temor, miedo, angustia, depresión, etc. En el hospital se encuentran en un medio de sobreprotección por el papel profesional que ejerce el entorno hospitalario, pero cuando reciben el alta, empiezan a ser conscientes de que la cicatrización no es sinónimo de recuperación completa, y empiezan a preocuparse por su reincorporación a la vida social y familiar. Y es justo en esto en lo que nos vamos a centrar en este artículo, en su reinserción social.
Actualmente el tratamiento del paciente gran quemado (PGQ) es uno de los mas costosos del sistema de salud, ya que en el mismo deben intervienir numerosos profesionales: médicos, cirujanos plásticos, enfermeras, terapeutas ocupacionales, psicólogos y trabajadores sociales.. y en gran medida, el bienestar del paciente va a depender de la relación que exista entre todos nosotros. Por ello es importante que el equipo multidisciplinar trabaje a todos los niveles sobre el PGQ, para así favorecer las diferentes estrategias de afrontamiento. En este sentido, debemos considerar al PGQ desde un punto de vista holístico, es decir, que dada su complejidad e impacto deben ser tratados con el menor tiempo posible tras el accidente y en unidades especializadas. Estas unidades gozan de un equipo multidisciplinar, cuyo objetivo es minimizar y prevenir al máximo las posibles secuelas que alteran tanto el equilibrio físico como el psicológico, por la constante preocupación y miedo a quedar desfigurado para toda la vida.
Como hemos comentado, todo el equipo profesional es de gran importancia, pero cabe destacar una especial mención a la enfermería, ya que es la parte que mayor tiempo pasa con el paciente, realizando curas y cuidados que abarcan todos los niveles. Del cuidado y relación con el paciente permitirá una mejor recuperación y su consiguiente integración en la nueva vida que le espera. Nos convertimos en su referente para plantear sus dudas, miedos y solucionar sus inquietudes, a fin de sentirse comprendidos tras el impacto de cambio de vida.
En muchas ocasiones las cicatrices por quemaduras representan una grave secuela en si mismas, y no solo por las complejas molestias y limitaciones físicas si no por las consecuencias psicológicas que pueden interferir en las relaciones personales y sociales. Estar quemado es una de las situaciones más traumáticas que una persona puede vivir. Tanto a nivel físico como emocional, pasan por etapas muy complejas y complicadas, y una vez que se les da el alta tienen que enfrentarse a numerosos cambios en su vida. En el aspecto social, las cicatrices representan un cambio negativo, brusco y permanente en la imagen del cuerpo del paciente, produciendo numerosas alteraciones emocionales, tanto personales como incluso en su entorno mas cercano, ya que en numerosas ocasiones hasta la familia tiene que adaptarse a un rostro desfigurado, que nada tiene que ver con lo que era antes del percance.
Esta parte de las consecuencias de la quemadura siempre es peor aceptada en aquellas personas que su autoestima está basada principalmente en el atractivo físico o en la aceptación social, presentando frecuentemente conductas de evitación, como evitar salir, exponer visiblemente las zonas quemadas sobre todo si son en el rostro, dificultad en las relaciones interpersonales o sexuales...
Se pierde calidad de vida por el desequilibrio que sufre el paciente en las expectativas, esperanzas, sueños y realidades conseguidas o por conseguir, y para que su calidad de vida sea lo mejor posible y su adaptación mas fácil, la enfermera juega un papel fundamental, ya que es la que mayor tiempo pasa con el paciente. Deberá informar de manera progresiva en función de la situación y demanda del paciente y coordinar esa ayuda y apoyo con el resto del equipo. Pondrá en su conocimiento las secuelas que le puedan limitar funcional y estéticamente y le ofrecerá recomendaciones que disminuyan sus incomodidades, como la protección solar, las lociones hidratantes y los productos con capacidad de disimular sus cicatrices.
Además, se le hará participe de terapias psicológicas que le ayuden a la aceptación al cambio, asegurando también que existe un apoyo social por parte de la familia o amigos más cercanos, grupos de autoayuda donde pueden compartir sus experiencias a lo largo de todo el proceso de adaptación. A todos estos cuidados, es fundamental sumar la posibilidad de que la quemadura encuentre su origen en un maltrato o agresión en el ámbito doméstico o de la pareja. Cuando nos encontremos con un caso así, se pondrá en marcha el protocolo de actuación correspondiente.
Concluyendo diré que es importante diferenciar a un paciente con quemaduras locales sin repercusión sistémica y al síndrome del gran quemado. Con esto podemos ver que las complicaciones se pueden dividir en dos bloques: las físicas (hemodinámicas, shock) y las psicosociales (el dolor, el estrés post traumático y la depresión). En estos casos el papel de la enfermería va más allá de la prescripción médica, debemos alertar y resolver a través de la comunicación y la empatía los problemas y preocupaciones que el paciente gran quemado, poniéndolo en conocimiento de todo el equipo multidisciplinar para su correcta adaptación, de manera que las secuelas psicosociales se minimicen lo máximo posible.
Redactado por:
Jana Lillo