VIDA SALUDABLE - 2 de julio de 2021
Entrando en periodo vacacional, el control del peso es una de las grandes preocupaciones protagonistas de nuestras conversaciones cotidianas.
Dietas milagro, la “operación bikini” o los “periodos detox” encabezan los medios de comunicación y se vienen a la mente de todo aquel que busque soluciones desde el temor a una ganancia de peso.
En este artículo, os enseñaremos 3 ideas erróneas que solemos tener cuando hacemos frente al periodo de vacaciones y cómo solucionarlas para mantener nuestro peso desde una perspectiva saludable.
El propio título indica un error de concepto: “mantener mi peso intacto”.
Porque no tenemos un peso, sino un rango de peso. Nuestro peso es flexible, fluctúa acorde a un sinfín de circunstancias y momentos vitales (estado anímico, rutinas, sueño, turnos de trabajo, eventos sociales, ciclo menstrual, periodos vacacionales, tiempo libre y un largo etcétera).
El peso es una medida que debemos interpretar con cierta cautela. Un aumento del dígito de la báscula en un momento puntual no tiene por qué implicar una ganancia de peso, sino que debemos fijarnos en si existe una tendencia en el tiempo a ese aumento.
Como idea alternativa, lo ideal sería aprender a interpretar el dígito de la báscula y sus fluctuaciones, ser tolerante ante las pequeñas variaciones de peso (recuerda, tenemos un rango de peso, no un peso estable) y únicamente hablar de “haber engordado” cuando ya hay una tendencia en aumento a lo largo de un tiempo.
Esta idea nos lleva justamente al efecto contrario. Si nos sacrificamos ante una dieta desgastante en el periodo previo a las vacaciones, implícitamente nos estaremos dando el permiso para luego descontrolar.
Si nos hemos pasado quince días privándonos de ciertos alimentos, la consecuencia directa es que estemos deseando que lleguen las vacaciones para poder premiar nuestro esfuerzo con grandes cantidades de esos alimentos que hemos controlado y restringido durante tanto tiempo.
Como resultado, seguiremos perpetuando el patrón dieta – no dieta, alternando periodos de bajadas y subidas de peso, pero sin un mantenimiento estable a largo plazo.
Como alternativa, la idea es mantener la misma alimentación saludable antes, durante (comprendiendo que suele haber variaciones) y después de las vacaciones.
El control, la restricción de lo que comemos, prohibirnos alimentos es la otra cara de la moneda del descontrol y genera, paradójicamente, una mayor ansiedad por la comida.
Para explicarlo de una forma sencilla, imaginaremos un ejemplo en el que nos autoimponemos beber agua únicamente 3 veces al día en unas horas muy determinadas. Muy probablemente, el mero hecho de prohibirte elegir cuándo y cómo beber agua provocará que aumente la sed y la ansiedad por tomarla.
La pregunta que solemos plantearnos tras esta premisa es: “entonces si no nos controlamos… ¿qué hacemos?, ¿comer lo que queramos?” Tampoco. Lo ideal es sustituir esta tendencia a la prohibición y control extremo de alimentos por la responsabilidad consciente de escoger y ser selectivos con los alimentos que tomamos en cada momento. Es decir, ser más “selectos” a la hora de escoger en qué momentos merece la pena disfrutar de ciertos alimentos menos saludables a la vez que aprendemos a hacer elecciones más apropiadas para nuestra salud.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria