VIDA SALUDABLE - 6 de agosto de 2020
“¿Ejercicio?, yo ya no tengo edad” ¿Cuántas veces hemos escuchado o se nos ha pasado por la mente esta idea?
En la sociedad actual, hemos adoptado una concepción errónea de la actividad física, asociándola en exclusiva a personas con un cuerpo ágil y joven. Sin embargo, todo cuerpo está minuciosamente diseñado para el movimiento.
Durante la infancia disfrutamos de la actividad constante: corriendo, saltando, jugando. Después, el estilo sedentario de la vida adulta hace que nuestro cuerpo olvide el placer que proporciona el movimiento. De manera que cuando decidimos retomar algún deporte o ser más activos, es frecuente sentir que hacemos un enorme sobresfuerzo, reafirmando esa idea de que “tal vez, el ejercicio ya no esté hecho para nosotros/as”.
Se trata de una creencia que asumimos erróneamente como realidad, que nos acota y nos limita. Lo cierto es que, tras superar esa cierta inercia y sobresfuerzo inicial, el cuerpo no tarda en adaptarse y proporcionarnos bienestar.
No hay límite de edad para el ejercicio físico. De hecho, destaca como una de las principales medidas de autocuidado que, si bien ha podido ser complementaria a lo largo de nuestra vida, a medida que cumplimos años se vuelve aún más necesaria, siendo el mejor mantenedor de un cuerpo sano, ágil, y fuerte.
Los beneficios del ejercicio físico son innumerables y muy conocidos, pero en la edad adulta y vejez cobra si cabe un papel más importante, ya que ayuda a la regulación y adaptación de los cambios que acontecen a nivel vital. Por ejemplo, regulando el sueño, el estado anímico y el hambre.
Más allá de la realización del ejercicio, es incluso más importante una buena selección de qué ejercicio físico realizar.
En este sentido, debemos evitar escoger el ejercicio únicamente en términos de exigencia. Está sistemáticamente comprobado que resulta más eficaz escoger actividades que vayan en línea a nuestros gustos personales, con metas a corto plazo y realistas, ya que, aunque no sea la más eficaz en términos de actividad física, se garantizará la regularidad y mantenimiento a largo plazo.
Cabe preguntarnos, ¿Cómo escoger un buen ejercicio físico para mí?
Para responder a esta cuestión, os animo a realizar la siguiente tarea:
Toma una hoja de papel y anota los tres “hobbies” que más te gusten o gustasen hacer. Las respuestas te van a dar pistas del tipo de ejercicio al que debes orientarte:
Por último, si no estamos acostumbradas a una rutina de actividad y aun intentando cualquier pauta se nos hace cuesta arriba y no conseguimos implementarlo en nuestro día a día, no tenemos por qué desistir. Existen múltiples formas de poder adaptar el ejercicio y profesionales que te ayudarán a buscar la fórmula personalizada que te permita dar una oportunidad a la actividad física como aliada en cada etapa vital.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria