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¿Qué debes saber si tu hijo tiene TDAH?

DÉFICIT DE ATENCIÓN - 5 de marzo de 2020

Cuando un niño/a recibe un diagnóstico de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), en la familia surgen una oleada de preguntas, y emociones que oscilan desde el alivio, por dar un sentido al comportamiento que se ha observado desde que el niño/a era pequeño, hasta la incertidumbre o preocupación ante las posibles consecuencias de ahora en adelante.

La facilidad para distraerse, los problemas en el colegio, los constantes despistes, el no parar…, ahora tienen una explicación. Pero, a su vez, la etiqueta diagnóstica pone en riesgo la idea de que estos comportamientos fuesen pasajeros, y surge el temor a que las dificultades sean definitivas y permanentes.

El diagnóstico adecuado y precoz de TDAH constituye el punto de partida para comprender la conducta del niño/a, tanto en el ámbito escolar como familiar, y buscar la intervención que mejor se adapte a sus necesidades. Sin embargo, es fundamental conocer el poder que esta etiqueta diagnóstica puede tener, evitando que ésta limite, acote o determine el potencial de cambio.

El TDAH conlleva, fundamentalmente, dificultades a nivel atencional y/o en los mecanismos de autorregulación, lo cual se manifiesta en los comportamientos desajustados que se observan tanto en el colegio como en casa.

No obstante, no debemos confundir las dificultades propias del TDAH con sus consecuencias a nivel de conducta, ya que éstas últimas se encuentran enormemente moduladas por la forma en la que el entorno escolar y la familia se ajuste al niño/a y lo guíe.

Para clarificar esta idea, pongamos un ejemplo e imaginemos a un niño con dificultades para mantener la atención:

Un enunciado o explicación larga por parte del profesor es suficiente para que el pequeño se pierda en la tarea y no pueda realizarla correctamente.

¿Qué ocurriría si nos adaptásemos a sus dificultades y nos comunicásemos de otro modo?

Lo que se sabe por investigación es que sería totalmente posible superar muchas de las limitaciones atencionales. De modo que, si a este mismo niño le presentásemos un enunciado o explicación simple, concisa, estimulante y más novedosa, con mucha probabilidad podría realizar correctamente la tarea.

Aunque a priori esto podría parecer una ventaja, el hecho es que precisamente estas fluctuaciones en el comportamiento facilitan que se conciban como algo voluntario, atribuyéndolo a la “falta de voluntad” o “falta de disciplina”, por lo que es frecuente que profesores y familiares se frustren y castiguen estas conductas.

En este sentido, mucho de lo que se aprecia en los niños/as con TDAH y familiares no es consecuencia directa del trastorno sino de una historia de vida marcada por el fracaso y el cúmulo de frustraciones.

Por ello, una de las ideas fundamentales que toda familia debe tener en mente ante un diagnóstico de TDAH, es la idea de un diagnóstico como encuadre de las dificultades del niño/a pero que sitúe el papel del ambiente como una pieza clave en la evolución de las mismas, enfatizando la importancia del aprendizaje de estrategias y habilidades para guiar las dificultades como principal factor protector del impacto del TDAH y de la convivencia en el entorno escolar y familiar.

Redactado por:

Ana Gutiérrez Frutos

N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria

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