DÉFICIT DE ATENCIÓN - 5 de agosto de 2021
Cada vez es más común que se conozcan las dificultades que comprende un diagnóstico de TDAH, etiqueta para denominar al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
A nivel general, socialmente hemos llegado a conocer la existencia de este trastorno del neurodesarrollo frecuente en población infantil y a tomar conciencia de las principales dificultades que conlleva: problemas a nivel atencional y/o de hiperactividad/impulsividad que se manifiestan en forma de comportamientos desajustados tanto en el entorno escolar como familiar.
El avance de la sociedad a la hora de comprender qué implica un diagnóstico de TDAH para un/a niño/a y su familia es claro. Pero, ¿alcanzamos a entender hasta qué punto estas dificultades afectan a su comportamiento diario?
Como sucede en muchos otros campos, una cosa es la teoría y otra la práctica. Lo cierto es que aunque sepamos a nivel teórico en qué consiste el TDAH, en el día a día sigue siendo muy frecuente utilizar como referencia cómo se comportaría un/a niño/a con un funcionamiento cognitivo normativo y tendemos a confundir y malinterpretar muchas de las conductas de un/a niño/a con TDAH como desobediencia.
Hemos comprendido que comportamientos como moverse constantemente, los despistes frecuentes, perder objetos o el caos en la organización responden a sus dificultades atencionales y de hiperactividad/impulsividad.
Ahora bien, ¿qué pensamos de comportamientos como no seguir las reglas, interrumpir, no empezar a hacer tareas o tener rabietas injustificadas? ¿Sabemos interpretarlos correctamente? Se trata de comportamientos que socialmente vemos como “mala educación” o “desobediencia” pero que responden a las mismas dificultades en otras formas diferentes (dificultad de inhibición, dificultades de planificación, desregulación emocional, etc.)
El diagnóstico adecuado y precoz del TDAH constituye el punto de partida para comprender la conducta del niño/a, ya que, en muchas ocasiones, se confunde el comportamiento del niño (comprensible desde sus dificultades) con una educación sin límites y negligente.
De forma añadida y por si fuera poco, las dificultades en el TDAH no son estables sino que varían según cómo de demandante sea el entorno. Por ejemplo, no es que no atienda nunca, sino que le resultará más o menos sencillo atender en función de una multitud de variables (su estado emocional, si las instrucciones son cortas o largas, si hay ruido, si le interesa o no el tema, etc.). Estas fluctuaciones en cómo se comportan pone muy fácil que se conciba como algo voluntario, atribuyéndolo a la “falta de disciplina” o “falta de esfuerzo”, por lo que es frecuente que profesores y familiares se frustren y castiguen esas conductas.
Por último, no podemos olvidar que los niños/as con TDAH cuentan con un recorrido de vida marcado por su patrón de comportamiento, resultando en una baja autoestima o falta de habilidades a la hora de saber expresar qué necesitan. Por lo que en ocasiones, esas “llamadas de atención” no son sino otra forma de hacerse presentes. Como padres, profesores, sanitarios y entorno cercano nuestra tarea es saber leer e interpretar su comportamiento, sin tomarlo como algo personal o atribuirle segundas intenciones, comprender qué está necesitando para poder enseñarles a obtenerlo de la manera más adaptativa posible
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria