SALUD DE LA PIEL - 4 de junio de 2021
La última entrada de nuestro blog de la comunidad de psoriasis la dedicamos al lugar que ocupa la terapia psicológica como tratamiento complementario de esta patología.
Y es que la psoriasis, aparte de su componente genético, presenta un gran componente ambiental en el que factores como el estrés, la alimentación, el consumo de tóxicos o el sedentarismo actúan como desencadenantes o “interruptores” de los síntomas de la enfermedad. Cabe destacar que la psoriasis es una enfermedad multifactorial por lo que no hay un único factor que por sí solo provoque el inicio de la patología, sino que aumenta su probabilidad.
Ciertas emociones y, en concreto, el estrés o la ansiedad son uno de los factores que más influyen en la aparición de los síntomas. Estas emociones pueden darse como respuesta a un acontecimiento estresante específico como por ejemplo, la pérdida de un ser querido, un despido o un divorcio, pero también pueden originarse como consecuencia de una “respuesta acumulada” de pequeños acontecimientos que no se han sabido gestionar adecuadamente.
Como resultado de esta respuesta emocional, ya sea inmediata o acumulada, el cuerpo libera ciertas sustancias químicas que afectan a los denominados “órganos diana” del cuerpo, entre los que efectivamente, se encuentra la piel, provocando así que se debilite.
Bajo este marco, una adecuada gestión emocional de nuestras emociones es una pieza clave para el buen pronóstico de enfermedades de naturaleza autoinmune como la psoriasis. La terapia psicológica enfocada a la psoriasis buscaría enseñar al paciente las siguientes habilidades:
Por otro lado, tan importante es trabajar las causas de los brotes como sus consecuencias ya que, sumado a todo lo expuesto, la psoriasis se trata de una patología que por su naturaleza visible tiende a afectar en múltiples áreas vitales de quien la padece. La piel juega un papel importante y cuando los síntomas son muy floridos pueden llegar a afectar a la autoestima y a las relaciones sociales.
Se llega a un punto en el que es la propia enfermedad la que causa ansiedad ante las dificultades que puede llegar a suponer en el día a día y las implicaciones físicas y psicológicas. Ese mismo estrés potencia la aparición de nuevos brotes, generando así un círculo vicioso.
Con la terapia psicológica se pretende poner fin a este bucle, frenando tanto los factores que ejercen como causa como aquellos que son consecuencia y en definitiva, logrando un mejor ajuste a la enfermedad que permita mejorar la calidad de vida de la persona.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria