PÁRKINSON - 29 de abril de 2022
La Enfermedad de Parkinson es, después del Alzheimer, el síndrome neurodegenerativo con mayor prevalencia a nivel mundial. Como ocurre a menudo, el imaginario social asocia una dolencia grave con un síntoma representativo de la misma. Por ejemplo, en el caso del Alzheimer, la pérdida de memoria es su seña de identidad. Al pensar en el Parkinson, al contrario, lo primero que nos viene a la mente es el visible temblor que sufren los pacientes. No obstante, el Parkinson no es solo temblor.
El Parkinson manifiesta un amplio abanico de consecuencias motoras más allá de los temblores como la rigidez muscular, la pérdida de equilibrio, la falta de corrección en la postura o la inexpresividad facial. Sin embargo, en las últimas décadas, los estudios sobre el Parkinson han centrado su atención en los síntomas no motores. Consecuencias como el déficit cognitivo, los cambios emocionales o los trastornos en el sueño. Patologías que llegan incluso mucho antes que el propio diagnóstico del Parkinson y que afectan de forma grave a los pacientes. Todo aquello que no es visible y que tiende a pasar desapercibido en el tratamiento de la enfermedad.
En otro artículo de Conectando Pacientes, os hablamos de los trastornos psicológicos asociados al Parkinson. Síntomas como la apatía, la depresión e incluso los episodios alucinógenos, delirios o pesadillas.
Si bien es común que después de un diagnóstico de Parkinson, el paciente sufra estrés o ansiedad en relación a los propios cambios que sufre su vida con la enfermedad y a los retos que deberá de enfrentar a partir de ese momento, estos trastornos son también un síntoma propio del Parkinson. Esta patología tiene su origen en el mal funcionamiento de un neurotransmisor fundamental de nuestro cerebro, la dopamina, pero según el origen de este déficit los síntomas varían mucho. Los familiares y allegados confunden este cuadro emocional con un mero estado anímico pasajero del paciente debido a la noticia de la enfermedad e infravaloramos su fuerza y consecuencias. De hecho, la depresión es una patología presente en casi el 35% de los pacientes. Al igual que tratamos los síntomas motores, ¿por qué tendemos a olvidar los emocionales?
Existe un abanico igual de amplio que en el caso de los síntomas no motores y recurrir a la ayuda profesional para diferenciarlos y aplicar un tratamiento específico es una cuestión clave. No es lo mismo la apatía, la depresión o la ansiedad, aunque a veces aparezcan entrelazadas. Los estudios sobre el Parkinson han probado ya que estos síntomas emocionales son una parte clave en el empeoramiento de la calidad de vida de los pacientes, seguido de un deterioro en el estado funcional y un aumento en las probabilidades de mortalidad. Por ello, debemos prestar atención a los síntomas emocionales durante el tratamiento del Parkinson, ya sea a través de una terapia farmacológica o no.
El avance médico en el estudio de los síntomas no motores del Parkinson ya está en marcha pero todavía representa una necesidad insatisfecha en los pacientes. Un diagnóstico temprano y el seguimiento de la patología, es una cuestión clave que mejorará notablemente la vida de los pacientes de Parkinson.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria