PÁRKINSON - 23 de noviembre de 2020
Seguramente, habrás oído hablar en más de una ocasión de los probióticos como un complemento al tratamiento de enfermedades como la diarrea, la diabetes, las infecciones urinarias recurrentes o para contrarrestar los efectos secundarios de algunos antibióticos y otros medicamentos. Científicos británicos han descubierto ahora que este suplemento a base de bacterias podría tener efectos positivos también en la enfermedad de Parkinson.
En el artículo científico publicado en la revista Cell Reports, los autores del estudio realizado en conjunto por científicos de las universidades de Edimburgo y Dundee, en Reino Unido, han encontrado un probiótico que evita la formación de los grupos tóxicos que privan al cerebro de dopamina, la sustancia química clave en la coordinación del movimiento. Tal y como explican, este hallazgo podría abrir una nueva vía para futuras investigaciones en las que se analice qué otros efectos puede tener el uso de los probióticos en relación con la patología.
En las personas afectadas por el Parkinson, la proteína alfa sinucleína, presente en el cerebro, se pliega mal y se acumula, formándose grupos tóxicos que están directamente relacionados con la muerte de las células nerviosas encargadas de producir la dopamina.
La falta de estas células, además de impedir la producción de este químico necesario, provoca síntomas asociados con la enfermedad, como son la lentitud de movimiento y los característicos temblores en los pacientes de Parkinson.
Para realizar este hallazgo, los científicos emplearon gusanos alterados para producir la versión nociva en humanos de la alfa sinucleína, que forma los citados grupos, y los alimentaron con diferentes tipos de probióticos de uso común para ver si las bacterias podrían influir en la formación de los grupos.
Finalmente, observaron que en los modelos a los que se les había suministrado el probiótico Bacilus subtilis, los síntomas de movimiento mejoraron puesto que esta bacteria tenía un efecto protector frente a la acumulación de la proteína e, incluso, eliminó algunos grupos tóxicos que ya se habían formado.
Sin duda alguna, los resultados de este estudio liderado por María Doitsidou, investigadora de la Universidad de Edimburgo, son una noticia muy positiva y un avance importante para encontrar un tratamiento para el Parkinson, pero todavía es el comienzo. Ahora, tal y como explica ella misma, la investigación se centrará en comprobar si también es eficaz en modelos de ratones.
“Los resultados brindan la oportunidad de investigar cómo el cambio de las bacterias que componen nuestro microbioma intestinal afecta al Parkinson. Los siguientes pasos son confirmar estos datos y realizar ensayos clínicos acelerados, ya que el probiótico que probamos ya está disponible comercialmente”, explica la autora principal del hallazgo.
En la actualidad, no existe ningún medicamento que cure la enfermedad de Parkinson. Los tratamientos farmacológicos están más enfocados en restablecer los parámetros de dopamina en el cerebro para mejorar los síntomas y la calidad de vida de las personas afectadas. Además, como la evolución de esta patología es diferente en cada persona, las opciones terapéuticas son muy variadas. En ocasiones es necesario, incluso, combinar varios fármacos para conseguir un control más eficaz de los síntomas.
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