La migraña, una afección muy común que afecta a la calidad de vida

¿Quién no ha sufrido dolor de cabeza en algún momento? Se trata de una de las afecciones más comunes que se pueden presentar (como ya vimos en el post del día internacional de la migraña), pero es también una de las que más fácilmente se presta a confusión. Todavía hay quien confunde una jaqueca con una migraña, aunque son bien diferentes.

La migraña es uno de los trastorno comunes del sistema nervioso más habituales entre la población. Según la Organización Mundial de la Salud, es la tercera dolencia que más afecta a los seres humanos, tan frecuente que al menos la mitad de los adultos del planeta la ha padecido una vez en el último año. Puede darse a cualquier edad, si bien su frecuencia es mayor durante los años más productivos de la vida laboral de las personas, y con mayor prevalencia en las mujeres.

Además del intenso dolor de cabeza que por lo general (no siempre) afecta a un solo lado de la cabeza, las migrañas pueden ir acompañadas de otros síntomas: nauseas, vómitos; dolores detrás de un ojo o en el oído; dolor en las sienes; sensibilidad a la luz y/o al sonido…

Al igual que en otras patologías, en la migraña  también hay grados. Algunos pacientes se ven poco afectados, mientras que otros la sufren de manera muy severa, con repetidas crisis en un corto período de tiempo. Esto explica que, además de ser uno de los problemas de salud más comunes, la migraña sea también uno de los más incómodos.

Los esfuerzos prolongados que exige el hacer frente a una migraña crónica pueden predisponer a la aparición de otras enfermedades, como la depresión y la ansiedad. Precisamente estas dos patologías suelen darse con mayor frecuencia en personas que sufren de migraña. Todo ello contribuye a dibujar una patología con un fuerte potencial para impactar en la calidad de vida de quien la sufre, pudiendo condicionar el entorno familiar, las relaciones sociales y el trabajo.

Pensar que una migraña no es más que un fuerte dolor de cabeza puede favorecer el autoconsumo de fármacos sin indicación del médico, cuando en realidad requiere diagnóstico del médico especialista y la prescripción de una terapia efectiva que evite mayores complicaciones.