EPILEPSIA - 11 de septiembre de 2025
La epilepsia es un trastorno neurológico crónico caracterizado por crisis recurrentes que pueden interferir de forma significativa en la vida cotidiana. Entre los múltiples factores que pueden desencadenar una crisis, la privación de sueño es uno de los más conocidos y frecuentes.
El sueño es esencial para mantener el equilibrio eléctrico del cerebro. Durante el descanso, se producen procesos de regulación neuronal que estabilizan la actividad cerebral. Cuando una persona con epilepsia sufre falta de sueño, se incrementa la excitabilidad neuronal y se reduce el umbral para la aparición de crisis¹.
Las alteraciones del ritmo circadiano, como los cambios de turno laboral o los viajes con desfase horario, también pueden provocar crisis epilépticas. Además, se ha observado que ciertos tipos de epilepsia, como la del lóbulo frontal, tienen más probabilidad de manifestarse durante el sueño, mientras que en la epilepsia temporal el insomnio actúa como factor precipitante².
La relación entre epilepsia e insomnio es bidireccional. Dormir mal aumenta la frecuencia de crisis, pero las propias crisis generan ansiedad y preocupación, lo que deteriora aún más la calidad del sueño. Además, algunos medicamentos antiepilépticos pueden alterar la arquitectura del sueño, causando somnolencia diurna y despertares nocturnos³.
Esto conduce a un círculo vicioso en el que el insomnio incrementa las crisis, las crisis nocturnas generan fatiga y peor rendimiento cognitivo, y la ansiedad y el estrés, ya de por sí desencadenantes conocidos, empeoran la calidad del sueño⁴.
Mantener una buena higiene del sueño es clave para prevenir las crisis epilépticas. Se recomienda establecer horarios regulares para acostarse y levantarse, evitar la exposición a pantallas brillantes al menos una hora antes de dormir, reducir el consumo de cafeína, alcohol y nicotina, y practicar técnicas de relajación antes de dormir, como meditación o respiración profunda. También es importante consultar con el neurólogo si los medicamentos afectan al descanso.
En algunos casos, es necesario realizar un estudio del sueño para descartar otras alteraciones como apnea obstructiva, que también incrementa el riesgo de crisis nocturnas⁵.
El insomnio no solo repercute en la frecuencia de las crisis, sino que también afecta de manera directa a la calidad de vida de las personas con epilepsia. La falta de descanso provoca mayor irritabilidad, dificultades de concentración y una sensación constante de fatiga, lo que limita la autonomía personal y el desempeño laboral o académico. Además, se ha observado que los trastornos del sueño en epilepsia aumentan el riesgo de depresión y ansiedad, condiciones que, a su vez, pueden potenciar la aparición de nuevas crisis⁶.
Asimismo, los problemas de sueño suelen estar infradiagnosticados en personas con epilepsia. Muchas veces, los pacientes y sus familias se centran en controlar las crisis visibles, pero no prestan suficiente atención a la calidad del descanso nocturno. Esto hace que los episodios de insomnio persistan durante largos periodos sin recibir tratamiento, perpetuando el ciclo de crisis, ansiedad y mala calidad de sueño. Por ello, la evaluación del sueño debería ser un componente rutinario en el seguimiento neurológico de quienes viven con epilepsia⁷.
Dormir bien no solo mejora la calidad de vida, sino que reduce significativamente el riesgo de crisis epilépticas. Por ello, el manejo del insomnio debe considerarse parte esencial del tratamiento integral de la epilepsia, junto con el control farmacológico y el apoyo psicológico. Detectar y tratar los trastornos del sueño asociados permite romper el ciclo que agrava la enfermedad y ofrece a los pacientes una mejor calidad de descanso y de vida.
Bibliografía
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