ESCLEROSIS LATERAL - 24 de julio de 2025
La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas motoras que controlan los movimientos musculares voluntarios, llevando al organismo a la pérdida total de la capacidad de moverse, hablar, tragar y eventualmente, respirar.
No hay cura para esta enfermedad y su causa aún se desconoce, convirtiendo a esta enfermedad como letal a corto-medio plazo para quien la padece.
Existen pocos estudios que hablen de la prevención o retraso de la aparición de dicha enfermedad, pero el estilo de vida, factores ambientales y la genética pueden jugar un papel importante a la hora de reducir el riesgo de esta enfermedad. Tan solo el 10% de las personas con ELA pueden identificar una causa genética, mientras que en el resto de casos se desconoce su causa.
Como profesionales del entrenamiento, es natural preguntarse, ¿El ejercicio puede proteger frente a la ELA? ¿O podría, en algunos casos, aumentar el riesgo?
Existe controversia en cómo el ejercicio puede afectar o no al desarrollo de la enfermedad. Comentamos lo que la evidencia científica nos dice:
Para entenderlo mejor, comencemos definiendo que los principales genes responsables de la ELA son SOD1, TARDBP, FUS, OPTN y C9ORF72, y este último tomó un papel importante en un estudio reciente que relaciona el riesgo de desarrollar la enfermedad con el ejercicio físico.
En personas con predisposición genética (mutación en el gen C9orf72), define que la actividad física podría favorecer el retraso de la aparición de la enfermedad.
Esto se debe a que el ejercicio puede actuar como modulador epigenético, es decir, puede influir en cómo se expresan ciertos genes, especialmente los relacionados con el estrés oxidativo, la inflamación y el funcionamiento celular.
Por otro lado, un estudio llevado a cabo durante más de 25 años a casi 375.000 personas evaluó cómo distintos niveles de actividad física se relacionaban con el riesgo de desarrollar ELA. En sus resultados observaron que:
Los hombres con alta actividad física presentaron una reducción del 41% en el riesgo de desarrollar ELA.
También se observó una reducción menor pero significativa en quienes tenían actividad física moderada.
Los hombres con una frecuencia cardíaca en reposo más baja (como consecuencia de la adaptación del ejercicio en nuestro organismo e indicador de buena forma cardiovascular) también mostraron menor riesgo de desarrollar ELA.
¿Y en mujeres? no se detectó una asociación significativa, ni con el nivel de actividad ni con la frecuencia cardíaca en reposo, lo que sugiere que la protección del ejercicio podría ser dependiente del sexo.
Aunque hay un ligero aumento en la predisposición del hombre al desarrollo de la enfermedad y aún su causa es desconocida, estudios más actuales sugieren haber una relación entre el ejercicio físico y sus efectos protectores a nivel neuronal, reduciendo así el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, Parkinson y, posiblemente, ELA.
En general, mantener un estilo de vida activo se asocia con menor incidencia de deterioro neurológico, por lo que cuidar nuestros hábitos diarios no sólo en relación al ejercicio y el movimiento podrían favorecer el retraso de la aparición o reducir el riesgo a su desarrollo.
Laura Carreño - Entrenadora CCAFYD Col. 60655 en Alimentación 3S.
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Alimentación 3S