En la enfermedad de Crohn, la alimentación juega un papel fundamental en su tratamiento. En numerosas ocasiones, resulta complicado cubrir todos los requerimientos nutricionales debido al daño intestinal.
Para ello, a continuación, detallamos algunos puntos clave en el tratamiento nutricional:
- Dieta bien equilibrada: es clave proporcionar al cuerpo todos los nutrientes necesarios. Esto implica consumir alimentos variados, incluyendo proteínas magras, carbohidratos complejos, grasas saludables, frutas, verduras y alimentos ricos en fibra. Para ello, recomendamos como base el plato de Harvard en comidas y cenas en el cual se incluyen verduras en un 50%, carbohidratos en un 25% y proteínas en otro 25%. En desayunos y entre horas, jugar con combos de alimentos como proteína + grasa + fruta + carbohidrato de calidad.
- Problemas de absorción o síntomas como descomposición: donde no hay una buena absorción de nutrientes, puede ser que sea necesario enriquecer la alimentación o aportar suplementación para cubrir esos requerimientos. Primero deberemos realizar una analítica de sangre completa donde se midan micronutrientes como folato, B12, hierro, vitamina D, calcio, magnesio, zinc, selenio… y un registro con síntomas diarios digestivos y de energía además de chequear cómo están siendo las heces.
- Incorporar alimentos antiinflamatorios y que promuevan la cicatrización, incluso si es necesario, se pueden tomar en forma de complemento nutricional.
- Pescados azules como la caballa, las sardinas y el salmón, son ricos en ácidos grasos omega-3, que ayudan a reducir la inflamación en las heridas.
- Frutas como las naranjas, las fresas, y los arándanos contienen antioxidantes y vitamina C, esencial para la síntesis de colágeno, una proteína necesaria para la formación de nuevo tejido. Este colágeno se puede aportar también en forma de caldo de huesos en un vaso antes de las comidas principales.
- Verduras de hoja verde como las espinacas, col rizada y acelgas, son ricas en antioxidantes y compuestos antiinflamatorios, ayudan a reducir el estrés oxidativo del cuerpo, es decir, ese envejecimiento prematuro de nuestras células.
- Tomates: son una excelente fuente de licopeno, otro antioxidante con propiedades antiinflamatorias.
- Nueces y semillas: como las almendras, nueces, chía y lino, contienen grasas saludables y compuestos antiinflamatorios.
- Aceite de oliva virgen extra: es rico en ácidos grasos monoinsaturados y antioxidantes que pueden ayudar a reducir la inflamación. ¡Sin miedo, es oro líquido, utilízalo en todas las preparaciones!
- Cúrcuma: contiene curcumina, un compuesto con propiedades antiinflamatorias.
- Jengibre: contiene gingerol, otro compuesto con propiedades antiinflamatorias.
- Ajo: tiene compuestos sulfurosos que también ayudan a reducir la inflamación.
- Hidratación adecuada: la enfermedad puede cursar con pérdida de líquidos por descomposición, lo que puede llevar a la deshidratación. Beber suficiente agua, infusiones, caldos, puede ayudar a mantener una hidratación adecuada. Además, puedes tomar esas infusiones con los compuestos mencionados anteriormente como jengibre o cúrcuma además de los caldos de huesos para aportar ese extra de colágeno.
- Cocina: recomendamos usar especias para aportar sabor a los platos y añadir esos beneficios previamente mencionados. En el caso de la cúrcuma, se ve potenciada su absorción al mezclarla con pimienta negra. Además, evitar aquellas técnicas culinarias que potencien la pérdida de nutrientes como puede ser la cocción donde esos micronutrientes (vitaminas y minerales) tan necesarios se quedan en el agua residual.
Es importante la ayuda de un profesional de la salud, para valorar si se requieren de suplementos o el uso algún probiótico específico. El tratamiento debe ser siempre personalizado debido a la heterogeniedad de la enfermedad tanto para la pauta nutricional como para la toma de suplementación, del tipo que sea.