CELIAQUÍA - 18 de noviembre de 2025
Para quienes tienen celiaquía, o conviven con algún miembro de la familia que la padece, saben que el impacto de esta enfermedad va mucho más allá de las limitaciones en la rutina alimentaria. Se trata de un cambio brusco que impacta en múltiples áreas de la vida cotidiana.
En la sociedad en la que vivimos, la comida cumple un papel muy central como medio de vinculación social: quedamos a desayunar, merendar, almorzar…, festejamos con comida, regalamos comida, en los viajes la gastronomía forma parte del atractivo de la experiencia y un largo etcétera. En este contexto, podemos imaginar que el impacto que tiene el diagnóstico de celiaquía en una persona impregna muchas áreas vitales y puede llegar a ser todo un reto de adaptación y manejo.
Una vez recibido el diagnóstico, la recomendación médica de eliminar por completo el gluten de la dieta suele llegar de forma abrupta. Aunque en muchos casos ya existían sospechas – y el diagnóstico puede incluso traer consigo un gran alivio – en otros tantos cae de sorpresa. Es habitual que tanto la persona con celiaquía como su entorno vivan esta indicación como una rotunda prohibición que ha de hacerse efectiva de forma inmediata, casi sin haber tenido tiempo para hacerse a la idea.
Y así, el control se convierte en la estrategia más común tanto en pacientes celiacos como en familias. Prohibir de golpe la ingesta de alimentos con gluten, controlar los sitios y restaurantes e informar a los distintos entornos. Esta dinámica de restricción inmediata puede conducir a estados de ansiedad, frustración, impotencia y, en no en pocas ocasiones, en conductas de compensación como episodios de descontrol con la comida con gluten.
La situación se complica con los más pequeños quienes reciben por parte de sus mayores indicaciones estrictas (normalmente sin margen a debate) sobre qué pueden comer y qué no. Esto unido a la falta de madurez emocional puede intensificar estas dinámicas y dificultar la aceptación e integración de la enfermedad.
Podríamos pensar, ¿hay alguna otra alternativa al control alimentario?
Aunque claramente la dirección del tratamiento de la enfermedad celiaca es la eliminación de la dieta de los alimentos que contienen gluten, es fundamental tener en consideración el ritmo en el que se hace este proceso y no perder de vista que la celiaquía puede implicar un duelo.
Esta afirmación puede parecer excesiva pero, en términos psicológicos, un diagnóstico de celiaquía supone un adiós no solo al gluten sino un adiós a muchas dinámicas sociales que han formado parte de la vida de la persona y están profundamente arraigadas como: poder compartir alimentos con el grupo, comer despreocupadamente en cualquier restaurante o viajar sin temor a la contaminación cruzada. Supone, además, en muchos casos aprender a informarse sobre etiquetado nutricional, saber con anterioridad los lugares que se visitan y convivir con pedir a su entorno ciertas adaptaciones.
Lo esencial es que se tenga en mente esta realidad para tratar el proceso de adaptación con paciencia, empatía y comprensión. El papel que cumple el entorno más cercano también es primordial. Cuando la familia y amigos se incluyen y unen a ciertos cambios de forma general (como comprar para todos la pasta sin gluten o pedir en común en restaurantes) se favorece la inclusión y reduce el sentimiento de frustración. Afortunadamente, cada día hay más opciones y con sabores iguales o muy similares a los convencionales.
En resumen, comprender que la celiaquía conlleva un proceso de duelo por muy pequeño que parezca permitirá ser un apoyo real para nuestro familiar y facilitará que se adapte a estas nuevas rutinas con más compasión y menos carga emocional.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria