DÉFICIT DE ATENCIÓN - 1 de agosto de 2025
Afortunadamente, cada vez conocemos más sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Niños/as, familias y profesionales estamos cada día más actualizados sobre este trastorno del neurodesarrollo y sus particularidades.
La divulgación de esta etiqueta diagnóstica ha sido fundamental para dar voz a que existen otras formas de entender y procesar la realidad y no dar por hecho que existe una única manera de pensar. También ofrece a las familias un marco de referencia desde el cual aprender a interpretar la particular manera de procesar el mundo de sus pequeños (que puede ser de una manera muy diferente a la suya). Estamos ante todo un reto educativo de poder adaptar los recursos y herramientas a esta diversidad.
Sin embargo, es esencial recordar que el TDAH no se manifiesta de la misma manera en todas las personas y que la etiqueta diagnóstica solo debe servir como una herramienta de comprensión y nunca como una forma de perder la individualidad de quien lo presenta.
La etiqueta no debe opacar las características individuales de tu hijo/a. Aunque dos niños/as con TDAH puedan compartir características, como la dificultad para mantener la atención o la impulsividad, también pueden diferir en otros aspectos, incluyendo la forma en la que gestionan sus dificultades. Por ello, las estrategias que necesitan para afrontarlas pueden ser completamente diferentes.
Por ejemplo, dos niños con TDAH que presentan un patrón de dificultades de concentración pueden requerir de enfoques muy diferentes para mejorar su atención. Mientras que uno puede necesitar moverse constantemente para mantener la atención (como caminar o mantenerse de pie), otro puede requerir un espacio tranquilo y sin distracciones para poder poner foco. La comparativa entre niños ya sean con o sin TDAH hace que perdamos la vista al niño que hay debajo de la etiqueta diagnóstica y corremos el riesgo de imponer estrategias que no se ajusten a sus necesidades individuales.
Uno de los errores más comunes es utilizar el diagnóstico como la explicación universal para todo lo que ocurre en la vida del niño/a.
Hay que tener cuidado con que el TDAH no funcione como pantalla a la propia individualidad de la persona, el TDAH no excluye los rasgos de personalidad, los deseos, las emociones, las motivaciones, los patrones de aprendizaje, la historia de vida o el recorrido que tenga la persona.
Por ejemplo, si durante un tiempo nuestro hijo está más inquieto y lo advierten en la escuela, “echar la culpa” al TDAH es una manera de no ver al pequeño.
¿Qué le está sucediendo? ¿Cómo se está sintiendo? ¿Ha habido algún cambio? ¿Hay algo que le está preocupando? ¿Está durmiendo bien últimamente? Son preguntas que nos haríamos con cualquier persona y que no deben faltar tampoco a pesar de que haya un diagnóstico de TDAH.
Finalmente, en lugar de centrarnos en las limitaciones, es importante que enfaticemos en las fortalezas y en cómo pueden desarrollarlas. El éxito y evolución debe medirse no tanto en la ausencia de dificultades sino en la conciencia de las limitaciones, es decir, la capacidad del niño/a para conocerse a sí mismo/a, aceptar sus desafíos y, encontrar estrategias que le permitan adaptarse a su día a día.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria