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8 consejos para manejar el hambre emocional

VIDA SALUDABLE - 2 de junio de 2025

Antes de comenzar, ¿has oído hablar del hambre emocional?

Tendemos a hablar del “hambre” de una manera general, pero ¿sabías que existen diferentes tipos de hambre?

Se conoce como “hambre emocional” a las ganas de comer de forma urgente y repentina que no tiene tanto que ver con una necesidad fisiológica de alimentarnos sino con un impulso de comer con el fin de regularnos emocionalmente. Sería algo así como decir que no es que nuestro estómago tenga hambre, sino que es nuestro sistema nervioso el que necesita “calmarse” y es a lo que coloquialmente llamamos como “comer por ansiedad”.

De manera que cuando sentimos emociones desagradables como ansiedad, frustración, cansancio extremo, tristeza o enfado la comida puede convertirse en la manera de regularnos y proporcionarnos una sensación momentánea de calma y placer.

A pesar de que muchos/as tenemos presente en mayor o menor medida este mecanismo de forma natural, hay en quienes la comida se ha convertido en el comodín más habitual para sobrellevar el malestar, pudiendo llegar a vivir el “hambre emocional” como algo muy angustioso asociado a una gran sensación de descontrol, miedo a engordar y culpabilidad.

8 consejos para empezar a manejar el hambre emocional

En este artículo, buscamos darte una breve guía de 8 consejos para saber por dónde empezar a abordarla. Vamos allá.

  1. Aprende a diferenciar el hambre física del emocional

  2. Curiosea sobre qué emociones lo desencadenan

  3. Busca alternativas a la comida

  4. Prohibido prohibir, la prohibición aumenta aún más el deseo

  5. En lugar de prohibir aprender a posponer

  6. Poner foco en el cómo comemos

  7. Hacer una pausa te ayudará

  8. Dejarnos ayudar y buscar ayuda profesional

Entrena las diferencias, cuándo es hambre real, cuándo es ansiedad y cuándo se mezclan.

Lo principal es que puedas curiosear acerca de qué situaciones, contextos, pensamientos y sobretodo qué emociones desencadenan este tipo de hambre. Conocerlo es fundamental para poder abordarlo.

Por ejemplo: ¿es cuando sientes pena? ¿es cuando sientes presión o estrés? ¿es cuando estás cansado/a?

Una vez sepas qué lo desencadena podrás encontrar otras alternativas para regularte y sentirte mejor.

Por ejemplo, si sientes mucha presión o estrés tal vez sea buen momento para preguntarte si estás siendo muy exigente, ver si es posible delegar o pedir ayuda.

O por ejemplo, si sientes cansancio, una ducha refrescante o un descanso puedan serte útiles. La cuestión es valorar otras alternativas más allá de la comida.

Prohibirse a uno/a mismo/a comer es el mejor método para desarrollar una obsesión con la comida.

Por ejemplo: En lugar de decirnos a nosotros mismos/as “no puedo comer chocolate”, negocia contigo/a mismo/a cuándo SÍ vas a comerte ese chocolate “ahora no pero me lo comeré con el café en la hora de la merienda”.

El hambre emocional lleva asociado una forma de comer determinada: impulsiva, rápida, automática, disociada, con culpabilidad, desordenada, comiendo de la misma nevera, en la bolsa o de pie. Para aprender a manejarla, un primer paso es desmontar esta manera de comer y que pase a ser algo que hacemos de una forma cuidada, disfrutando, despacio, en un plato bien presentado, sentados, tranquilos y conscientes.

Una pausa como lavarte la cara, los dientes, un paseo, una llamada a un buen amigo/a o escribir tus sensaciones son herramientas que ayudarán a poner espacio y consciencia y a que puedas aprender a regular tu impulso con la comida.

Ojo, este artículo no solucionará el problema, la intención es ofrecer un poco de claridad sobre el tema, poner nombre y apellidos a esta conducta tan frecuente y dar algunas pautas generales para unos primeros pasos.

Insistimos en la importancia de acudir a un profesional cualificado para poder tratarlo. En ocasiones, han sido tantos años en los que la persona convive con esta conducta que confunde “el problema” con su personalidad, algo así como pensar que “es así”, “que es ella o él que no saben controlarse”, “no tienen fuerza de voluntad”. Nada más lejos de la realidad, es un diagnóstico con un tratamiento evidenciado y que puede tratarse con los medios adecuados.

Redactado por: Ana Gutiérrez Frutos. N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria

Redactado por:

Ana Gutiérrez Frutos

N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria

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