VIDA SALUDABLE - 23 de diciembre de 2022
“Esta semana, sin falta, empiezo la dieta”, “el lunes me apunto al gimnasio”, “llevo toda la tarde en el sofá, a en punto me pongo a estudiar”, “este 2023 dejo por fin de fumar” y podríamos seguir con un larguísimo etcétera de propósitos que se posponen de un día a otro, de una semana a otra y de un mes al siguiente. ¿Nos resulta familiar?
Si las horas en punto, los lunes de inicio de semana y los principios de mes son por excelencia los puntos de inflexión para el planteamiento de nuevas metas y objetivos, ni que decir de enero a comienzo de un nuevo año, el cual encabeza la lista como punto de inicio de nuevos hábitos y rutinas, o al menos esa es la intención de la persona que se lo propone.
Y es que paradójicamente, podríamos decir, que si tenemos que esperar a enero 2023 para empezar un nuevo propósito de año nuevo, el pronóstico de éxito no sería demasiado elevado. ¿Por qué esperar a enero para algo que realmente es necesario desde el momento en el que te lo planteas?
Pongamos un ejemplo. Imaginemos que en algún punto del día a día conectamos con una necesidad. Nos damos cuenta de que hace tiempo que hemos dejado la actividad física a un lado y que lo estamos notando en el día a día (nos sentimos más acartonados, pesados, sin energía ni motivación e igual ha tenido también una repercusión en nuestro peso). En ese momento, pensamos “el año que viene, sin falta me pongo con ello”. Y he aquí el error. Si tan importante es para nosotros en este momento volver a sentirnos bien físicamente ¿qué hacemos posponiendo el inicio tres semanas más? ¿por qué no empezar ahora?
Por ello, el simple hecho de considerar el posponer el inicio del cambio ya nos da muchas claves del pronóstico de ese cambio.
Generalmente, los propósitos de año nuevo tienen que ver con esto, con la voluntad de hacer un cambio en nuestro comportamiento en algún área que nos acerque en mayor medida a nuestro concepto de bienestar ya sea (tener más tiempo libre, disfrutar de una mayor salud o conectar en mayor medida con nuestras relaciones).
Una de las claves que nos lleva a esta eterna procrastinación es la exigencia y el perfeccionismo.
Nos movemos en un mundo de blancos y negros. Si no puedo ir al gimnasio los 3 días que inicialmente me he propuesto, siento que he “estropeado” la semana y ya empezaré la siguiente. Si he tenido una cena en la que he comido muchísimo, siento que me alejo mucho de una alimentación saludable y me planteo empezarla al lunes siguiente. Y si creo que me vendría bien ahorrar algo de dinero, me propongo eliminar el ocio por completo y ante no verme capaz de hacerlo, lo pospongo a enero.
Buscamos o hacerlo perfecto (exactamente tal y como desearíamos hacerlo) o directamente lo posponemos y no lo hacemos. Quedémonos con que el hábito que se mantiene es aquel que se hace imperfecto a diario.
Por ello, te proporcionamos las principales claves que garantizarán que cumplas tus propósitos de año nuevo.
Más información en A3S.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria