VIDA SALUDABLE - 18 de julio de 2025
Presentamos este artículo con el caso de Maite:
Maite es una mujer de 38 años que ha empezado recientemente consultas de nutrición con el objetivo de perder algo de peso. No es la primera vez que acude a un profesional como ayuda y su experiencia es muy negativa ya que refiere quedarse con hambre con los menús que le preparan.
Maite informa que las cenas que le solían poner le resultaban escasas:
Una crema de calabaza con un huevo duro por encima o un gazpacho con huevo duro y jamón.
Una crema de calabaza con una tortilla francesa o un gazpacho y de una tortilla de pavo y queso.
La saciedad fisiológica
La satisfacción
Tras explorar con curiosidad la historia de Maite, ambas caen en la cuenta en que Maite está acostumbrada desde pequeña a comer un primero y un segundo. Por ello, se decide cambiar el menú a: Una crema de calabaza con una tortilla francesa o un gazpacho y de una tortilla de pavo y queso.
Los mecanismos de hambre y saciedad son mucho más complejos de lo que podemos llegar a pensar y no ha sido hasta hace muy poco cuando se ha descubierto el alcance del papel que juegan la historia de aprendizaje y las emociones en todo este proceso.
En otros artículos ya hablábamos del hambre emocional como un tipo de hambre que no tiene tanto que ver con una necesidad fisiológica sino con un deseo de comer para regular ciertas emociones. Así, podríamos distinguir dos conceptos diferentes que a menudo en la práctica se confunden:
La saciedad fisiológica: A la que nos referimos comúnmente como “estar lleno”. Se trata de una sensación fisiológica de plenitud estomacal con la que nuestras sensaciones nos informan que disponemos del suficiente alimento y que, por lo tanto, podemos parar de comer.
La satisfacción: Este término es diferente ya que se involucran las emociones como parte de la percepción.
A menudo confundimos sentirnos satisfechos/as con sentirnos llenos/as, siendo uno de los motivos por los que las personas tienden a seguir comiendo a pesar de que su estómago ya ha informado de que era suficiente.
Un ejemplo que representa claramente esta mezcla de sensaciones es que cuando tenemos mucha sed si bebemos agua caliente una parte de nosotros se sentirá hidratada pero habrá otra parte que seguirá necesitando pegarle un buen trago a un vaso de agua fresquita. Es decir, aunque no haya una necesidad fisiológica real sí la hay en cuanto al deseo.
El poder diferenciar SACIEDAD de SATISFACCIÓN es esencial a la hora de mejorar nuestra relación alimentaria. Acostumbrados a dietas en las que solo se contempla el conteo de ingesta calórica, este paradigma contempla mucho más allá y tiene en cuenta la satisfacción de la persona como factor esencial a la hora de mantener la adherencia a cualquier pauta dietética.
El disfrute de la comida gana protagonismo.
Para cualquier cambio en la dieta es ESENCIAL que la persona lo considere atractivo en términos de disfrute. Aunque el alimento que comamos pueda ser menos calórico, a veces, esas calorías “de más” (si es que fuesen de más) pueden hacer que percibamos el alimento como más sabroso, lo disfrutemos más, quedemos más satisfechos y nos permita aguantar sin ansiedad y a gusto hasta la siguiente comida sin problemas.
Las pautas dietéticas deben ser personalizadas, a medida: Hace tiempo que quedaron obsoletas las dietas de papel aquellos menús y tablas de alimentos por semana que se repartían por igual a tu madre, a tu abuelo, a tu amiga o vecino. Cada persona tiene una rutina diferente, un contexto distinto, unos gustos, unas tradiciones culinarias y una forma de cocinar. Si queremos adherirnos a una buena alimentación es esencial que las pautas que nos propongan o nos propongamos nosotros/as mismos/as tengan en cuenta todo esto y el menú se diseñe con mimo, inteligencia y de forma personalizada para cada uno/a.
Redactado por: Ana Gutiérrez Frutos. N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria