VIDA SALUDABLE - 10 de octubre de 2024
El funcionamiento emocional en el cuerpo humano es complejo y por ello, sigue siendo objeto de estudio y de debate. Son numerosos los modelos teóricos y diferentes enfoques sobre cómo comprender el entramado engranaje que hace posible la vida.
Por ello, para facilitaros la lectura de este artículo nos guiaremos con ejemplos que pongan más sencillo este entendimiento para un/a lector/a no profesional. Trataremos de ofrecer una visión más simplificada del tema y fácil de entender aunque el peaje sea dejar a un lado la rigurosidad de los modelos científicos.
Podríamos decir de forma coloquial que las emociones son el lenguaje de nuestro cuerpo, la forma que tiene de comunicarse con nosotros/as.
Sería todo un lujo que nuestro cuerpo expresase con palabras sus necesidades “oye, necesitas comer”, “atento, necesitas descansar”, “¿te has dado cuenta de que necesitas compañía de un ser querido?”. Desde luego, sería mucho más sencillo para nosotros/as. Sin embargo, nuestro cuerpo solo sabe comunicarse a través de sensaciones.
Vamos allá con los ejemplos.
Si sentimos un vacío en el estómago y un rugir de tripas, ¿qué nos quiere decir? Efectivamente, que necesitamos comer, tenemos hambre.
Si sentimos la boca seca y nos cueste tragar, posiblemente se trate de sed y necesitemos hidratarnos.
Si nos dan escalofríos, se nos eriza la piel y nos tiembla el cuerpo, casi con toda seguridad se trate de frío y necesitemos calor.
Si sentimos taquicardia, sudoración, temblores, respiración agitada… podría tratarse de miedo. El cuerpo habla de una posible amenaza y lo que necesitamos es buscar seguridad.
Si sentimos falta de energía, fatiga, cuerpo decaído, apatía… podría ser tristeza. El cuerpo nos informa de una pérdida y lo que necesitamos es acompañamiento y dar valor a eso que hemos perdido.
Si nos reímos, tenemos el cuerpo activo, se elevan nuestros párpados y amplía la sonrisa suena a alegría. Señala algo que nos hace bien y nos pide compartir con el otro y repetirlo.
Como veis cuando se trata de sensaciones físicas hay bastante claridad y suele haber poco margen de error. Las identificamos de forma correcta, las sabemos leer, interpretar y responder a las mismas.
Es importante darse cuenta cómo aquí no tendemos a demonizar estas sensaciones, simplemente las entendemos como parte de la vida y nos centramos en poder traducirlas para “restablecer” nuestro bienestar y dar al cuerpo lo que está necesitando.
No ocurre lo mismo con las emociones. Sin embargo, las sensaciones físicas que provocan las emociones funcionan exactamente de la misma manera. Son formas que nuestro cuerpo tiene avisarnos para seguir funcionando de forma óptima. Por ejemplo:
Cuando se trata de emociones contamos con 4 contras:
Las sensaciones son más complejas, más sutiles, más subjetivas y por lo tanto más complicadas de interpretar.
Nos falta vocabulario para poder nombrar ¿siento frustración? ¿siento nostalgia? ¿tristeza? ¿agobio?
Los padres no siempre saben adivinarlas fácilmente y por tanto es más difícil que se transmita su aprendizaje
No siempre son fáciles de resolver y, a veces, su regulación consiste en aprender a sostenerlas, es decir, aguantarlas en el cuerpo. Por ejemplo, el miedo ante un nuevo proyecto.
En los últimos años, la tendencia social ha consistido en llamar a toda emoción desagradable “ansiedad” y tratar de eliminarla de nuestros cuerpos. Buscar la manera de simplemente sentirnos “bien”, en lugar de comprender qué nos quiere decir nuestro cuerpo y preguntarnos qué estamos necesitando.
De esta manera, lo que logramos es que nuestro cuerpo tenga que encontrar otras vías y buscar otros recursos para “hablar más fuerte”, por ejemplo, presentándonos emociones más intensas y duraderas o manifestándose a través de síntomas somáticos (por los altos niveles de estrés sometidos de forma continuada).
En conclusión, cuando se trata de funcionamiento emocional, la clave está no tratar de “controlar, eliminar o quitar” tus emociones sino en hacer una correcta lectura de estas, entenderlas y regularlas.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria