DIABETES - 15 de julio de 2022
La diabetes, como toda enfermedad crónica, modifica por completo el estilo de vida. La familia es el primer apoyo al recibir el diagnóstico y también será la encargada de todos los nuevos cuidados que necesitará el pequeño/a de la familia. Sabemos que existen varios tipos de diabetes, y no será lo mismo un diagnóstico en la adolescencia que en la infancia. Del mismo modo, hay realidades familiares muy diferentes, sin hermanos, monoparentales o padres separados. No hay dos pacientes iguales ni dos familias iguales, pero sí existen conductas recurrentes y pautas que pueden ayudarnos a mejorar la convivencia con la diabetes en el seno familiar.
Cuando un/a niño/a es diagnosticado de diabetes, la asistencia médica y la atención familiar inmediata recaen en las consecuencias físicas de esta enfermedad pero no debemos olvidar las emociones relacionadas, al principio de difícil manejo, que rodean la diabetes.
Cuando nuestro/a hijo/a recibe un diagnóstico de diabetes puede preguntarse, ¿Qué es la diabetes? ¿Me voy a curar? ¿Por qué a mí? La enfermedad genera efectos físicos pero también conductas como el aislamiento, al sentirse diferente de los otros niños o enfado o frustración con sus padres, al culparles de las restricciones o la supervisión constante. También, miedo o ansiedad ante las pruebas médicas o las agujas, e incluso depresión o vergüenza al tener que llevar a cabo rutinas fuera de lo corriente como inyectarse insulina.
Estos sentimientos cambiarán según acepte la enfermedad y logremos como familia adaptarnos. Para ello, te ofrecemos las siguientes recomendaciones:
Crear un vínculo familiar fuerte ayudará a asimilar los cuidados de la diabetes. Especialmente, en el caso de los hermanos, a veces pueden sentir celos o cierto resentimiento al percibir cómo los cambios de la enfermedad afectan también en su día a día. Ante esto, es importante hacerles partícipes y formar un equipo con el que enfrentar la enfermedad. Debemos evitar que los hermanos se conviertan en cuidadores del paciente, pero sí enseñarles cómo pueden ayudar a modo equipo y hacer que se sientan bien por ello.
Los padres podemos desarrollar diferentes conductas ante la diabetes, desde la sobreprotección, la exigencia excesiva sobre nosotros mismos, la negligencia u conflictos matrimoniales ante las diferentes formas de aceptar la enfermedad (mamá dice sí, papá dice no). Los padres de un hijo con diabetes suelen sentirse inseguros sobre los cuidados o culpables por creer que son responsables del malestar de su hijo. Lo más importante es educarnos sobre la enfermedad, recurrir al equipo médico para aclarar todas nuestras preguntas y no dudar a la hora de contar con apoyo psicológico. De esta forma, como padres, no debemos descuidar todas las emociones que surgen con el diagnóstico de la enfermedad, tanto en nosotros mismos como en nuestro hijo, pues será la mejor forma de facilitar la convivencia con la diabetes.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria