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Apatía, fatiga y cansancio derivados de la anemia

ANEMIA FERROPÉNICA - 7 de marzo de 2024

Cuando obtenemos un diagnóstico de anemia solemos entender y darle sentido a todos aquellos síntomas físicos que habíamos estado experimentando. Sin embargo, muchas veces nos cuesta encontrar la relación con la parte psicológica y emocional.

La anemia puede causar fatiga, falta de energía, apatía, dificultad para concentrarse, desgana, desánimo y cansancio. Si este tipo de síntomas se prolongan en el tiempo, pueden provocar agobio generando un malestar emocional en la persona que lo sufre.

Contrariamente, la anemia puede verse acentuada por enfermedades mentales, debido al aumento de conductas de riesgo que tienen estas personas, como la mala alimentación, el sedentarismo o el consumo excesivo o dependiente de psicofármacos.

En muchas ocasiones nos es difícil identificar la causa de nuestro malestar emocional, y es precisamente esto lo que puede provocar que prolonguemos en el tiempo estos síntomas, creyendo que son independientes de la condición médica de la anemia. Pero debemos tener en cuenta que esto puede derivar en ansiedad, depresión, trastornos por déficit de atención, retrasos en el desarrollo mental y físico de los niños, entre otros.

Por ello el primer paso, y más importante, es acudir a un especialista que pueda realizar un diagnóstico diferencial adecuado y explicarnos si nuestro malestar es derivado de algo biológico y/o psicológico. Habitualmente la anemia y otras condiciones médicas agravan estados psicológicos que se encontraban en un momento de vulnerabilidad.

Pero ¿qué podemos hacer para gestionar este malestar derivado de la anemia? Por un lado, es muy importante seguir las recomendaciones médicas en cuanto a la medicación y al tratamiento. Y, por otro, es de crucial importancia acudir a un terapeuta para obtener las herramientas necesarias para poder gestionar estos síntomas según nuestro caso.

Como pautas prácticas a tener en cuenta, hay que destacar que cuando hay presencia de apatía, cansancio o fatiga, acostumbra a disminuir la energía y la motivación de hacer ningún tipo de actividad y eso nos pone más presión por sentir que “no hacemos nada al respecto”. Por ello, el primer paso es rebajar el nivel de autoexigencia y hacer hasta donde podamos teniendo en cuenta nuestra condición física, poniéndonos objetivos por día en lugar de hacer una lista de todo lo que quiero mejorar. Poner objetivos diarios, a corto plazo, y posteriormente poner un “check” en aquello que hemos podido conseguir actúa como refuerzo positivo de aquellas cosas que nos sentíamos incapaces de hacer y, en consecuencia, aumenta nuestra motivación al cambio. También practicar la respiración diafragmática como técnica para centrar toda nuestra atención en el

momento presente y nuestras sensaciones corporales nos permitirá sentirnos mejor con nosotros mismos y liberarnos de la presión de “tener que hacer algo para estar bien”.

Redactado por:

Andrea Martínez

Psicóloga General Sanitaria Colegiada 28978 en Alimentación 3S

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