ANEMIA FERROPÉNICA - 1 de enero de 2020
Si en anteriores artículos os explicábamos qué es la anemia ferropénica y os enseñábamos a no confundirla con el déficit de hierro; ahora, os traemos las principales diferencias que existen entre este tipo de anemia y la anemia hemolítica.
Como dos tipos de anemia que son, tienen como punto en común el déficit de glóbulos rojos sanos en la sangre. Sin embargo, las causas, la intensidad, los efectos y sus tratamientos son muy diferentes.
La anemia ferropénica normalmente ocurre por una falta de hierro, pero se puede dar por motivos muy diferentes, como un problema de absorción de nutrientes o microhemorragias, que hacen disminuir los niveles de eritrocitos (glóbulos rojos) que circulan en sangre.
Las enfermedades asociadas que suele provocar la anemia hemolítica van desde el síndrome del colon irritable hasta la celiaquía u otras enfermedades que dificultan la absorción del hierro en el intestino. Cuando se produce una microhemorragia en la parte final del tracto digestivo, puede derivar en una anemia grave, puesto que esas pérdidas de sangre pasan inadvertidas frecuentemente.
En función de cómo se encuentren las reservas de hierro de nuestro cuerpo, esta patología tiene diferentes estadios, pero salvo en casos muy extremos o en los que el paciente padezca otra enfermedad o sea de edad avanzada, la vida de la persona no corre peligro serio.
El tratamiento de la anemia ferropénica suele estar marcado por un control más o menos estricto de la dieta por parte de un profesional sanitario; algún tipo de complemento alimenticio, en los casos en los que es necesario; o el tratamiento de la lesión o patología que está provocando esa anemia. Siempre es aconsejable, tanto si se padece, como método de prevención, seguir unos hábitos de vida sana y llevar una alimentación saludable.
Por su parte, los casos de anemia hemolítica sí que se consideran graves desde el momento en el que se diagnostica en un paciente. Mientras que en el tipo anterior el déficit de glóbulos rojos se produce por una pérdida de sangre o una deficiencia de nutrientes, en éste se produce porque desaparecen. Los eritrocitos afectados mueren mucho antes de lo que deberían en el caso de estar sanos.
Esta tipología de anemia puede estar provocada por una enfermedad genética, una enfermedad autoinmune o desarrollarse por culpa de una infección que haya contraído la persona afectada.
Otro motivo por el que se puede producir esta destrucción temprana de glóbulos rojos es que estos sean defectuosos. En este caso existen tres tipos de deformaciones: el primer tipo sería debido a una deformación molecular en el interior de la célula; el segundo, ocurre a nivel de la estructura de la membrana celular; y el tercero, es propio del medio ambiente célular. Este último tipo es el que se da cuando lo provoca una enfermedad autoinmune o por el ataque químico de un fármaco.
Como explicábamos unas líneas más arriba, en comparación con la ferropénica, las consecuencias son mucho más severas y rápidas, y se cataloga como enfermedad grave, por lo que su tratamiento debe ser más contundente.
En los dos primeros tipos, las soluciones más comunes y efectivas son la transfusión de glóbulos rojos sanos y la extirpación del bazo del paciente, esplenectomía. Mientras que, en el tercer tipo de deformación, la transfusión resulta una solución inútil porque el problema proviene de un agente externo, así que se suele tratar con corticoides que mejoran la calidad de los glóbulos rojos.
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