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¿Por qué es tan frecuente recuperar el peso perdido en las dietas?

VIDA SALUDABLE - 27 de septiembre de 2024

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¿Te suenan verdad?

De la mano de la revolución tecnológica, en los últimos años, cada vez estamos más acostumbrados a la inmediatez y la urgencia

Como ejemplo cotidiano, ¿recuerdas cuánto tiempo tardábamos en buscar el significado de una palabra hace unos años? Buscar el tomo de la enciclopedia, buscar la letra e ir pasando página a página, palabra a palabra hasta dar con la deseada. De esto no hace más de 20 años.

Hoy en día nos parecería impensable tener que armar todo este jaleo. Ahora, con un simple toque al teléfono tenemos: significado, imágenes, noticias relacionadas y todo tipo de información a nuestro alcance.

Esto es un ejemplo muy gráfico de cómo estamos evolucionado como sociedad y las posibles repercusiones que está teniendo en otros campos. Algunas de las consecuencias en términos psicológicos es que cada vez somos menos hábiles a la hora de tolerar la impotencia y la frustración. Y, cada día, estamos más acostumbrados a tener control inmediato sobre toda situación y al famoso “si quieres, puedes cambiarlo”.

En este caldo de cultivo, en el plano alimentario, las técnicas, métodos y profesionales que prometen pérdidas de peso en tiempo récord afloran. Y de hecho, se hacen tremendamente tentadoras.

Lo cierto es que todas estas dietas suelen funcionar. Normalmente, suponen un déficit calórico tan grande que en pocas semanas los resultados pueden ser visibles.  ¿Dónde está la trampa entonces?

  1. La dieta es para bajar de peso pero ¿luego cómo lo mantienes?

  2. Es un error poner todo el foco en la alimentación

  3. Dietas pesocentristas

  4. Porque no son personalizadas

  5. Solemos olvidarnos del sentido común (a veces el menos común)

La trampa de todas estas dietas “rápidas” es que por definición NO pueden mantenerse mucho tiempo. Forman parte de la vida las vacaciones, los helados en el paseo marítimo, los roscones de reyes, las celebraciones, días sin tiempo para cocinar y un largo etcétera.

Si nuestra pérdida de peso se basa en la restricción (controlar, tener fuerza de voluntad y “sacrificarse”) no es sostenible.

Una pérdida de peso sana se basa en un cambio de hábitos flexible, es decir, comer de todo pero aprender a manejar las cantidades, la frecuencia y los momentos.

Por ejemplo: No es lo mismo una torrija en Semana Santa, que desayunarla a diario. Al igual que no es lo mismo tomar un bol de palomitas cuando vayamos al cine, que 3 boles cada vez que vemos una película en casa. Es una cuestión de aprender a manejar los grises en cada caso particular.

Para que la pérdida de peso sea duradera tiene que apoyarse en más pilares, no solo la comida. Una buena rutina de ejercicio (tampoco hace falta que seamos atletas, con caminar y estar activo/a a veces es más que suficiente), y una adecuada gestión del estrés.

Si la única motivación para perder peso es ver cómo la báscula baja el número, lo más normal es que al llegar al “objetivo” perdamos la motivación y vayamos recuperando los hábitos antiguos. Es esencial encontrar la raíz de para qué queremos perder peso y ver beneficios diferentes al peso, por ejemplo, porque nos sentimos más ágiles o dormimos mejor.

Una dieta debe ser 100% personal, es como un traje a medida.

Cada persona tiene unos gustos en sus comidas, un tiempo disponible, una habilidad culinaria, los gustos del resto de familiares, la vida social, los turnos de trabajo, etc. Todo esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de hacer un cambio de hábitos con el que podamos comprometernos.

Si la dieta no se ajusta y no es respetuosa con nuestra rutina y contexto, lo más probable es que la abandonemos al poco tiempo.

Un problema complejo (como es la pérdida de peso) no encontrará solución en métodos simples.

El peso suele asentarse en hábitos que tenemos con nosotros/as desde hace años. El cambio requiere de introspección, organización, paciencia, tolerancia a la frustración y en ocasiones un buen acompañamiento profesional.

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