VIDA SALUDABLE - 7 de marzo de 2024
Sandra tiene 43 años, y desde que era una adolescente perder peso ha sido el gran propósito diario. Nos cuenta que se ha pasado la vida a dieta. Desde hace años, alimentos tales como hamburguesas, pizzas o pastas los siente prohibidos e intenta evitar su consumo. Sin embargo, refiere que se ve comiéndolos una y otra vez y prometiéndose a sí misma que no volverá a ocurrir. “Parece que cuanto más fuerte me lo propongo, peor lo hago”.
Relatos como el de Sandra no se limitan a las consultas clínicas de nutricionistas, endocrinos o psicólogos. De hecho, se trata de un discurso bastante común en la sociedad actual en la que el culto al esfuerzo, la exigencia y la delgadez ha impactado de forma directa (y negativa) a la manera con la que nos relacionamos con los alimentos.
En el artículo de hoy hablaremos de cómo el perfeccionismo y la exigencia a nivel alimentario puede, de hecho, ser contraproducente y provocarnos una relación ansiógena con la comida.
Si nos detenemos y observamos con atención podemos encontrar varios ejemplos a nuestro alrededor de cómo la prohibición por imposición genera aún más deseo. Estos serían algunos ejemplos:
Basta con que un doctor pronuncie las palabras “para la prueba médica de mañana, debes hacer ayuno y no puedes consumir ningún líquido”, para que nos aparezca instantáneamente el deseo de tomar un buen vaso de agua fresca.
O cómo las mujeres durante el embarazo sueñan con tomar quesos, embutidos o sushi cuando puede que realmente no soliesen comerlos tan frecuentemente.
En el ser humano, la prohibición activa el deseo. Hemos dado con una forma sencilla e intuitiva de explicarlo:
Prueba a escribir en tu buscador de internet “no quiero un coche rosa”.
¿Qué aparece? Efectivamente, encontraras todo un repertorio de imágenes de coches rosas.
Nuestro cerebro funciona de una forma muy similar al algoritmo de nuestro buscador. De la frase “no quiero un coche rosa” no se procesa ni “no” ni el “quiero”, sino simplemente el concepto de “coche rosa”.
Por lo tanto, si nosotros mantenemos un mandato interno constante que nos dice “no puedes tener hambre”, “no tienes que comer”, “no puedes comer galletas”. Nuestro cerebro lo que activará constantemente en nuestra mente será “hambre, comer y galletas” ¿No parece que sea muy útil verdad?
Ser demasiado autoritario, autoexigente, rígido y punitivo con uno mismo en relación con la alimentación es la mejor fórmula para desarrollar una obsesión por la comida y ansiedad tremenda por tomar ciertos alimentos.
¿Qué hacer entonces si lo que estamos buscando es aprender a comer con una alimentación sana y equilibrada?
NO se trata de prohibir, sino de decidir.
Sentarte contigo mismo a decidir con qué hábitos te quieres comprometer. Se trata de decidir dónde y cuándo SÍ disfrutarás de esos alimentos que te apetecen.
Por ejemplo: “No quiero merendar palomitas por las tardes con mis hijos pero SÍ quiero disfrutar de las palomitas cuando vayamos al cine”.
La técnica consiste en hacerlo del revés, es decir, traducir la prohibición en una planificación de cuándo SÍ lo permitirás. Otros ejemplos:
“Quiero una palmera de chocolate pero no puedo porque engordan” à Lo cambiaremos por: “El miércoles que he quedado con mi amiga, vamos a una cafetería rica y merendaré una palmera de chocolate con un café”.
“Tengo ansiedad, quiero pasta para comer pero engorda” à Lo cambiamos por “Hoy me comeré el tupper que ya tenía planificado y voy a reservar en un italiano para ir próximamente a comer pasta”.
Como veis, planificamos un momento en el que consideremos que queremos disfrutar de ese alimento. No es una cuestión de prohibir, sino de aprender a posponer.
Para terminar, queremos anticiparos el error más frecuente a la hora de utilizar esta técnica. Se trata de ser demasiado exigente incluso a la hora de aplicarla.
Por ejemplo, proponernos ir a un restaurante dentro de 1 mes, proponernos tomar chocolate solo en navidades o tomarnos un solo puñado de palomitas. Eso y prohibírselo es prácticamente lo mismo.
Para que esta técnica funcione debe haber espacios para disfrutar del alimento en una cantidad adecuada y con cierta frecuencia.
Es importante tener en cuenta que este artículo habla de técnicas y pautas generales, en ningún caso pretende sustituir al criterio profesional. Cada caso (especialmente si es de largo recorrido) ha de ser evaluado por un profesional cualificado de la nutrición o psicólogo especializado en comportamiento alimentario. Solo esperamos que este enfoque ayude a todos aquellos/as que queráis dar un pasito adelante a la hora de sanar vuestra relación con la alimentación.
Redactado por:
Ana Gutiérrez Frutos
N.º. Col. M-33182. Psicóloga General Sanitaria