La piel es el órgano más grande del cuerpo humano, y desempeña un papel fundamental en nuestra salud y bienestar, ya que nos protege de agentes externos, como las bacterias, los virus y los rayos solares, regula la temperatura corporal y ayuda a prevenir infecciones.
Las enfermedades de la piel son afecciones que afectan a la estructura o función de esta. Pueden ser causadas por factores externos, como los agentes infecciosos, o por factores internos, como los trastornos genéticos o metabólicos. Se pueden clasificar según su causa: infecciosas, inflamatorias, tumorales, hereditarias o metabólicas.
La psoriasis es una afección inflamatoria crónica de la piel, no contagiosa y hereditaria, provocada por la renovación celular de la epidermis. Las nuevas células de la piel se van renovando progresivamente una vez al mes aproximadamente, subiendo desde la parte inferior de esta hasta la superficie. En los pacientes con psoriasis, un fallo del sistema inmunitario hace que este proceso de renovación se acelere a sólo unos días, provocando que las células se acumulen en la parte exterior de la piel. El síntoma más distintivo de la psoriasis es la aparición de lesiones cutáneas de diferentes tamaños.
La psoriasis actualmente no tiene cura y se puede padecer durante toda la vida, pero un tratamiento personalizado logra ralentizar la aparición de los síntomas y hacerlos más tolerables. El tratamiento de la psoriasis siempre tiene que venir dado por un dermatólogo y puede ser tópico, basado en la aplicación de pomadas o lociones, farmacológico o a través de fototerapia. Para prevenir brotes, es aconsejable tener unos hábitos saludables, como consumir frutas y verduras, evitar alimentos grasos, reducir el alcohol, no fumar y beber mucha agua.
La dermatitis atópica, también conocida como eccema atópico, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. Su causa es desconocida, pero se cree que puede estar relacionada con una combinación de factores genéticos y ambientales.
Los síntomas más comunes de la dermatitis atópica son erupciones rojas y escamosas, piel seca, enrojecimiento de las zonas afectadas, dolor y descamación, acompañadas de un picor intenso que puede provocar que las personas se rasquen, pudiendo empeorar las erupciones y aumentar el riesgo de infección.
No existe cura para la dermatitis atópica, pero existen tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas, entre los que se incluyen medicamentos tópicos que se aplican directamente sobre la piel.
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